En otro rasgo típico de la picardía argentina, todos los actores políticos en pugna ante la primera huelga general de la era Macri se consideran vencedores.
Obviamente, la CGT se anotó primera en esa lista. La central obrera destacó la alta adhesión a la medida de fuerza en todo el país, en especial en los grandes centros urbanos. Y en la larga y mansa conferencia de prensa en la sede de Azopardo (sin choripanes ni asados, altri tempi), el triunvirato gremial lo interpretó como un respaldo popular a los reclamos sindicales.
El asunto se vuelve más sinuoso respecto a cuáles son en concreto esos reclamos, amparados bajo el ambiguo paragüas de un cambio en la política económica del Gobierno. Y se torna decididamente resbaladizo si se omite el impacto que tuvo y tiene en la parálisis de actividades la ausencia total de transporte público.
El Gobierno, por su parte, también dio algunas señales de triunfo. Lamentó en público lo poco oportuna que fue la huelga, en momentos donde de acuerdo al oficialismo lo peor ya pasó. Pero en privado traslucen que el paro expone a quiénes “ponen palos en la rueda”. Aún con el pecho inflado tras la sorpresiva marcha del 1A, no son pocos los funcionarios que creen que la polarización le da más fortaleza al Gobierno, tras un marzo de tropiezo en tropiezo.
También el macrismo suma para su cuenta el desalojo policial de la Panamericana, con orden judicial incluida y la utilización de la fuerza. Así como el hecho de que la Ciudad de Buenos Aires, habitual escenario de cortes y piquetes, se hubiera mantenido ajena a sucesos traumáticos.
Como siempre, también la izquierda se abrazó a una supuesta victoria política. Consideró un triunfo el corte en la Panamericana y que haya terminado sólo con represión policial, en esa perenne idea de que la lucha de las bases siempre está por encima de la burocracia sindical. Se omite, claro, la escuálida concentración en el Obelisco, que no alcanzó ni para marchar hacia la Plaza de Mayo.
No deja de resultar extraño que todos se consideren ganadores. Acaso porque ninguno lo es y sólo cohesionan sus bases de apoyos. Empezando por el mismísimo Presidente.