Desde que se conocieron los resultados del domingo, hubo una verdadera “lapidación mediática” de los candidatos opositores. Tanta dureza contra ellos refleja la propia frustración. Así como los kirchneristas fueron más impiadosos con Filmus que sus adversarios (la autocrítica de Carta Abierta), quienes no votaron por la Presidenta y no pocos medios fueron más impiadosos con Alfonsín, Duhalde, De Narváez y Carrió que los propios kirchneristas. ¿Es culpa de ellos? ¿Son ellos la causa de la derrota? Si la oposición no ofreció candidaturas más convocantes, la pregunta que correspondería hacer es si fue porque candidatos potencialmente mejores no quisieron presentarse al ver que el kirchnerismo esta vez era imbatible. En ese caso, la virtud sería del oficialismo y la culpa no exclusivamente de la oposición.
El ejemplo más conocido es el de Mauricio Macri. Si se hubiera presentado y –en su mejor escenario– hubiera sumado los egos de Duhalde, Rodríguez Saá y De Narváez, habría obtenido ¿25%? de los votos. Y si también los opositores del otro sector ideológico hubieran logrado juntar las fuerzas de Alfonsín (sin De Narváez), Binner, Carrió y Pino Solanas, construyendo un gran frente progresista, habrían logrado otro ¿20%? En el fondo los resultados no habrían sido tan diferentes a los de las elecciones presidenciales de 2007, donde Cristina Kirchner fue electa por el 47% de los votos y las dos fuerzas opositoras más votadas –la progresista con Carrió como candidata y la de centro con Lavagna– obtuvieron el 40% de los votos sumando ambas.
Obviamente, 50% (sin -cuenta) es un número mágico que crea una percepción de triunfo muy superior a 47%, pero la diferencia no es tan abismal. Sí fue muy diferente en las elecciones legislativas de 2009, donde las similares dos alianzas opositoras, de otra forma (la del radicalismo, la Coalición Cívica y el socialismo, esa vez juntos porque nadie tenía que subordinarse a la candidatura presidencial de otro; y la de centroderecha con Macri, De Narváez y Solá –también unidos por lo mismo–) sí superaron al kirchnerismo sumadas, y en el caso de la alianza progresista le compitió de igual a igual creando la ilusión de que un nuevo turno panradical había llegado.
¿Qué produjo en la sociedad entre 2009 y 2011 una transformación de la subjetividad de tal magnitud? Era Marx quien decía: “Estamos gobernados por los muertos”, refiriéndose a las herencias culturales que nos constituyen, pero en Argentina es la derecha la que, con miserabilidad política, atribuye el éxito electoral del Gobierno a la súbita muerte de Néstor Kirchner. O, ya peleada con el mundo, se lo atribuye al “bienestar” que generan Tinelli y los televisores de plasma.
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