La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ingresó casi una hora más tarde de lo previsto al Museo del Bicentenario para encabezar el acto por los 30 años de democracia; se emocionó al entregarle vía teleconferencia el premio Azucena Villaflor al cantante catalán Joan Manel Serrat, sonrió y se mostró conmovida por el acto protocolar.
Pero esa sería la antesala de lo que fue el tercer acto político tras su alta médica, y luego de días de mantenerse en el más estricto silencio, durante una semana de protestas policiales y saqueos en buena parte del país. Cristina rompió su ostracismo y apuntó con virulencia contra "los violentos antidemocráticos" que participan de los desmanes.
El funcionario con más poder, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, fue el anfitrión de la 'fiesta' y recibió a uno de los invitados VIP, el exjuez Baltasar Garzón -también recibió un premio- y al cuestionado jefe del Ejército, César Milani, así como los artistas K que ya son habitués a los actos presidenciales: Nancy Dupláa, Pablo Echarri, Andrea del Boca, Moria Casán y su hija, Sofía Gala.
Las primera filas del acto volvieron a ser una fotografía de quienes siguen cerca del poder. El periodista Horacio Verbitsky, pese a distanciarse de algunas medidas K este año, se sentó en tercera fila al lado del titular del AFSCA, Martín Sabbatella y del secretario general de la CTA, Hugo Yasky.
El titular del CELS se saludó efusivamente con el senador Miguel Ángel Pichetto y aplaudió la principales afirmaciones de la Presidenta. Sobre todo, cuando la jefa de Estado criticó a la Justicia por el procesamiento del secretario de Seguridad, Sergio Berni, en una causa por el accionar policial en un corte de la Autopista Panamericana.
Detrás de Verbitsky se ubicaron dos de los empresarios de medios preferidos por el Gobierno: Sergio Szpolski y Matías Garfunkel. Fueron de los primeros en llegar al salón. A su lado, se sentaron el presidente de Radio y Televisión Argentina (RTA), Tristán Bauer, y el presidente de Aerolíneas, Mariano Recalde. La Cámpora estuvo representada por Recalde y el diputado Eduardo de Pedro. No se vio al diputado Andrés Larroque, ni al líder de MILES, Luis D'Elía.
El senador Aníbal Fernández estuvo también en tercera fila: fue el otro "anfitrión" de los invitados, en especial de aquellos ligados al mundo del espectáculo.
Junto a la Presidenta, estuvieron el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto; el ministro de Justicia, Julio Alak, y el secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda.
Justo debajo del atril de la Presidenta se sentó la diputada nacional Juliana Di Tullio. También aparecieron los intendentes: el de Florencio Varela, Julio Pereyra, y el de La Matanza, Fernando Espinoza, siguen afinados con la Rosada y sueñan con que Cristina Kirchner los catapulte como candidatos a gobernar Buenos Aires en 2015.
En silencio. Mientras tanto, el gobernador Daniel Scioli ingresó solo y se lo vio muy serio, con aplausos fríos durante el discurso presidencial. Su saludo con Cristina tampoco dejó una buena impresión entre quienes fueron testigos de un encuentro cordial, aunque distante. Apenas tuvo tiempo para "felicitarla" por su alocución.
A su lado, el titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Más lejos, el ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni. El juez del Máximo Tribunal más afín a la Rosada se río cuando la mandataria apuntó al Poder Judicial y aplaudió en varias ocasiones.
Pasados. Luego que los expresidentes Eduardo Duhalde y Carlos Menem declinaran la invitación oficial, Fernando De la Rúa sorprendió con su presencia en el acto oficial. Silencioso, apenas hizo gestos durante el discurso de la Presidenta. Cristina sí agradeció expresamente la respuesta afirmativa del senador puntano y exmandatario Adolfo Rodríguez Sáa.
Detrás de los invitados especiales se ubicaron los ministros. El canciller Héctor Timerman fue el primero en ingresar y mostró su fervor militante a la juventud K con los dedos en V. La ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, cantó al compás de La Cámpora.
El dirigente radical Ricardo Alfonsín estuvo presente en representación de su padre, el primer presidente elegido democráticamente tras el fin de la dictadura, Raúl Alfonsín. El fallecido jefe de Estado recibió un sinnúmero de menciones, tantas como a Néstor Kirchner, como gestores de la democracia. El diputado estuvo acompañado por Leopoldo Moreau y la juventud radical.
De hecho, la primera mandataria agradeció la presencia de los jóvenes de la UCR. El gesto fue llamativo, aunque no tanto como la cantidad de invitados que declinaron la invitación: el resto de los expresidentes, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri; el líder del FAP, Hermes Binner, y el diputado Francisco De Narváez, entre otros.
El saludo de Obama. Al iniciarse la ceremonia, se leyó por el micrófono una carta del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, a la jefa del Estado para saludarla "por este importante hito" de festejar 30 años de democracia "y de respeto a los derechos humanos", al tiempo que le manifestó su "beneplácito" por haber superado su problema de salud.
(*) De la redacción de Perfil.com