Pasaron tres meses de la elección presidencial que Daniel Scioli perdió cuando su entonces mujer, Karina Rabolini decidió dejar todo atrás. Su matrimonio, las recorridas políticas y actos, los eventos diarios a los que asistía y hasta las redes sociales, dejaron de ser parte de su vida desde febrero del año pasado. La ex modelo transitó el que considera uno de los años más difíciles sin exposición pública y apenas rodeada de su familia, unas pocas amigas y su nuevo amor.
Ni su casilla de mail ni su teléfono son los mismos de siempre. Rabolini prefiere no saber de nadie que haya estado en contacto con ella en los últimos años si no es del círculo íntimo. Tanto es así que hasta decidió cerrar su cuenta de la red social Twitter que abrió en 2013, cuando Scioli necesitaba de su buena imagen.
La política ya no le interesa: trata de no leer los diarios ni las revistas. Pasa sus días en las oficinas de Tigre de su empresa que comercializa anteojos, ropa de cama y ojotas. Su obsesión por su imagen también quedó atrás. Ya no lee lo que se dice de ella ni las fotos que se publican, lo que antes era una manía.
Asegura que el amor (ya no de pareja) por el ex gobernador bonaerense sigue intacto y con su silencio continúa cuidando su imagen. Cada vez que una elección se aproximaba, los números en las encuestas mostraban que la ex modelo mantenía aún mejor imagen que el propio Scioli, razón por la cual salió a hacer campaña por el interior en 2015 y también motivo por el que nunca pondrá al dirigente en una posición incómoda frente a los medios.
Scioli descree que su separación de Rabolini y la aparición de la ex bailarina Gisela Berger en su vida puedan afectar sus números en los sondeos. Hay otra mujer a la que el dirigente sabe que su imagen está atada y nada tiene que ver con el amor: Cristina Kirchner. Distintos consultores coinciden: en las encuestas en la provincia de Buenos Aires en donde el ex gobernador buscará competir este año, Scioli es Cristina.
Nuevo amor. Para Rabolini, de las largas recorridas por el país para contribuir en la campaña presidencial de Scioli sólo quedó una amiga, Soledad Peralta y el hombre con el que volvió a encontrar el amor, Ignacio Castro Cranwell, quien fue su vocero en los últimos años.
Fue en estos viajes en los que nació el romance donde la diversión y los buenos momentos nunca se ocultaron, al punto de que en la Provincia los bautizaron como “Viajes de egresados” más que recorridas de campaña.
Castro Cranwell dejó su casa en el barrio privado de Tigre, San Isidro Labrador, una vivienda que en la actualidad vive su ex mujer junto a sus hijos, y se mudó al barrio Senderos de Nordelta. Allí Karina pasa algunos días, e incluso, se la ve una vez por semana haciendo las compras en el supermercado Jumbo de este exclusivo barrio privado. El resto de los días, los pasa entre la casa de su hermana Andrea y la de sus padres en Capital Federal y Villa La Ñata, en donde visita a los que considera sus otros dos amores: sus perros Mare y Nonito.
El perfil bajo de Karina Rabolini también obedece al trabajo actual de Castro Cranwell, porque su romance no le impidió dar un salto al macrismo. Felipe Miguel, su cuñado (está casado con su hermana Sofía) y es jefe de Gabinete de Horacio Rodríguez Larreta, consiguió convertirlo en Director de Relaciones Institucionales del Ministerio de Educación porteño a cargo de Soledad Acuña. Sus actuales jefes no ven con simpatía que su romance escale en los medios.