El último verano Sergio Schoklender y Gustavo Serventich se doraron bajo el abrasante sol que pega en Punta del Este. Tanto el ex apoderado de la Fundación de Madres de Plaza de Mayo como su piloto preferido -y socio en la sospechosa empresa Meldorek- ya tenían patente VIP en las playas del balneario uruguayo.
Pero ellos no son los dos únicos imputados en el escándalo que envuelve a la afamada institución y a funcionarios del Ministerio de Planificación que elegían las costas orientales. También era un lugar de descanso para José Fernando Caparrós Gómez, un prestamista de gustos exquisitos que le cambiaba cheques a Schoklender y le vendía aviones, empresas de dudosa constitución, y lo saludaba con un beso en la mejilla.
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