Fotos en blanco y negro mediante, ambos se curtieron como políticos al calor del neoliberalismo menemista. Pero ya caído en desgracia, los precandidatos presidenciales oficialistas Florencio Randazzo y Daniel Scioli rehuyen a reconocer su antigua simpatía por el exmandatario Carlos Menem.
En cuanto tiene oportunidad, el ministro de Interior y Transporte le recuerda, a modo de demonización, a su rival Scioli su cuna de estampa menemista. Sin embargo, el preferido de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner parece sufrir olvidos selectivos al evitar mencionar su pasado en Chivilcoy, desde donde comenzó a escalar peldaños dentro del peronismo, en pleno apogeo menemista.
"Yo soy un hombre de la militancia y, sin ánimo de ser agresivo, él es un hombre que viene del menemismo. Irrumpe en la política en los '90 como un deportista famoso. Yo, en cambio, creo en la gestión", le sacudió el ministro, que expresa "garantizar la continuidad del proceso de transformación", al mandatario bonaerense.
El caso de Scioli es diferente. El exmotonauta se limita a “agredecerle” al riojano más famoso el hecho de haberle abierto las puertas de la política. Fue clave en 1995 el apoyo menemista para que Scioli fuera electo diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, el precandidato mide cada palabra y nunca sus elogios van más allá.
Favores cruzados. La ambigua relación de Scioli y Randazzo con Menem replica el zigzagueante vínculo que detenta el kirchnerismo con el expresidente en el Congreso. Las críticas a los micrófonos al período menemista no hace más que distraer sobre los acuerdos subterráneos que tejen en el Parlamento: levantando la mano a favor, dando quórum o -simplemente- ausentándose.
El exgobernador de La Rioja supo enorgullercerse por sentirse “el padrino” de los principales candidatos presidenciales. Y mientras analiza una candidatura en la provincia cuyana puso sus fichas a Scioli para las presidenciales: “Es el que mejor interpreta mis ideas”, sentenció.
La mutación de los dirigentes es un proceso natural fundamental para mantenerse con vida en el duro ecosistema político. Y ni Scioli ni Randazzo resultan casos excepcionales.