A Cristóbal López nunca le gustó el mote de "empresario K". Creía que no se lo podía comparar con casos como el de Lázaro Báez, acusado de testaferro de los Kirchner, porque su actividad en el mundo de los negocios era anterior a la llegada del matrimonio patagónico en el poder. Pero lo cierto es que su trayectoria es similar a la de muchos kirchneristas: gloria y negocios en la década ganada, esperanza por el posible triunfo de Daniel Scioli, y caída en desgracia con la llegada de Mauricio Macri al poder.
Acaso esa reflexión le sirva de consuelo al titular del Grupo Indalo que hoy permanece detenido en el penal de Ezeiza mientras su socio, Fabián De Sousa, se aloja en Marcos Paz. Ambos están procesados por presunta administración fraudulenta y supuesta evasión impositiva, a raíz de los 8.000 millones de pesos que su petrolera, Oil Combustibles, no transfirió a la AFIP como debía. Esa causa fue su desgracia: impidió que se confirmara la venta de su grupo de medios para comenzar a saldar sus deudas.
Todo eso podría haberse evitado si, como tantos empresarios esperaban, Daniel Scioli ganaba las elecciones presidenciales de 2015. López creía que el exgobernador bonaerense, una vez llegado a la Casa Rosada, lo ayudaría a solucionar sus problemas fiscales y judiciales, y a conseguir "un negocio nuevo más por día". Así surge de un artículo de Hugo Alconada Mon, periodista que investigó a Indalo, publicado en el diario La Nación.
Tal vez esa esperanza haya llevado a C5N, canal de TV insignia del multimedio de López, a titular "ganó Scioli por amplia diferencia" antes incluso de que cerraran las urnas de la primera vuelta presidencial, a las 17.58 del 25 de octubre de 2015. El empresario ya había brindado con champagne junto a su directorio por la victoria del motonauta, que terminó derrotado en el balotaje. Fue el comienzo de su declive.
Antes de eso, Cristóbal prefería desmentir en público sus conexiones con el poder. "Yo no soy el 'palo blanco' de Kirchner", repetía el empresario. Según Alconada Mon, una vez se sinceró y agregó: "Pero me beneficio de esa creencia". "Yo entro a una reunión y al tipo que tengo enfrente le digo: '¡Qué lindo traje! Dámelo'. Y como el tipo no sabe si quien se lo pide soy yo o Kirchner, mínimo de esa reunión me voy con el cinturón", comentó el empresario. Una anécdota que lo viste de cuerpo entero.