Desde que salió de la Gobernación bonaerense, María Eugenia Vidal decidió refugiarse pero no abandonó su futuro político. Mientras comenzaba a recuperar sus días en familia, también comenzó a analizar qué pasos seguir. En ese marco, la primera decisión fue colaborar con su amigo personal, ex jefe y socio histórico en el PRO, Horacio Rodríguez Larreta, como una suerte de consejera externa del Gobierno porteño en materia social pero también en la mirada general sobre la Ciudad.
Actualmente sale poco de su departamento en el piso 10 de un edificio sobre la Avenida Pueyrredón. Pasa buena parte de su día en reuniones por Zoom, entre cinco y seis. Tiene tiempo de cocinar y prepara charlas y clases. Entre sus encuentros virtuales hay intendentes, diputados, funcionarios porteños – incluso cada quince días suele ir a la sede gubernamental de la calle Uspallata – y empresarios locales y del exterior.
En términos netamente políticos, no ve un líder claro en la oposición. Es más: cree que ese liderazgo podría salir de la elección de 2021 pero “puede durar poco”. También, afirma entre sus confidentes, que es clave sostener la unidad de Juntos por el Cambio e incluso ampliarlo. “El que rompe sabe que es funcional al de enfrente. Aunque haya tensiones, no nos vamos a quebrar”, sostiene, y agrega que “la expectativa ante la crisis genera unión”.
En su caso particular, pasa parte de su tiempo para que estén alineados los 26 senadores y los 39 diputados provinciales, más la relación con los intendentes del PRO y, en menor medida, los radicales.
En ese marco, en el entorno de Vidal confían que la ex gobernadora no descartó ninguna de las tres opciones que hoy tiene: 1. Ser la cabeza de la lista a diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. Este es el anzuelo que mantiene la expectativa de dirigentes e intendentes. 2. Volver a la Ciudad y, eventualmente, aspirar a ser jefa de Gobierno en 2023, una idea que se frustró a finales de 2013 cuando Emilio Monzó convenció a Macri para que Vidal cruce la General Paz. 3. Dejar pasar el 2021 y colaborar con otros candidatos, según le plantea a sus íntimos. Incluso, en 2023 dejar abiertas las posibilidades. “Quiero ayudar a que otros crezcan, Cristian (Ritondo), Esteban (Bullrich) y los intendentes”, plantea en la intimidad. “No me muero por ser diputada nacional, ni estoy desesperada por ser”, acota.
Por otra parte, su preocupación por lo social la ocupa: asegura que desde 2002 no se ve la proliferación de ollas populares que aparecieron en la Ciudad y en el conurbano bonaerense. De hecho, trabaja con una ONG que colabora con la ayuda social a merenderos y centros comunitarios.
Macri. Si bien los primeros meses fuera del poder apenas cruzó unos mensajes de ocasión, sigue evitando cualquier crítica a Mauricio Macri, a quien elogia por haberla ayudado a crecer.
Cuando se contagió de Coronavirus (que la tuvo sin el alta casi un mes), el ex presidente la llamó. Siempre por la noche. Lo mismo hacía cuando era presidente: tomaba el teléfono cerca de la medianoche para hablar con la entonces gobernadora. La relación personal entre ambos no se dañó pero las posiciones políticas los alejaron: Vidal continúa enfrascada en sostener la “moderación” y “generar un centro donde todos los espacios políticos puedan dialogar”.
Cuando la consultan sobre el liderazgo del ex presidente, asegura que es “normal” que lo cuestionen “cuando se perdió la elección” pero que su figura sigue siendo importante para Juntos por el Cambio y para sostener la unidad.
De hecho, en noviembre, tras la derrota electoral, Macri le ofreció a Vidal la presidencia del PRO nacional y ella rechazó.