PROTAGONISTAS
escritor, docente y aventurero

Eduardo Sacheri multiplica el éxito de sus libros en el cine

Con La odisea de los giles ya son cuatro títulos suyos que Campanella, Taratuto y Borensztein eligieron filmar. Alta taquilla, un Oscar y fama.

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Realidad inesperada. “Jamás soñé con ir a Hollywood; mi sueño era eventualmente una beca del Conicet”, dice Sacheri. | juan ferrari

En 2009 la película más vista en Argentina fue El secreto de sus ojos con más de dos millones de espectadores. Más tarde ganaría el premio a Mejor Película en idioma extranjero en los Oscar y quedaría en la historia del cine internacional. Cuatro años después Metegol también pasó los dos millones de espectadores y fue la cuarta película más vista en el país. En 2015 se estrenó Papeles en el viento que fue la quinta película nacional más vista de ese año.

Y en lo que va del 2019 La odisea de los giles, todavía en cartelera, ya es la película argentina más vista del año con más de un millón de espectadores.

Las cifras son contundentes aunque leídas de corrido estos filmes no parecen tener conexión entre sí. Los directores fueron distintos –salvo dos ellas que fueron dirigidas por el mismo realizador–, los actores también (salvo Darín que se repite en dos), y hasta una fue animada. Sin embargo, sí hay un lazo y es que todas esas historias surgieron de la imaginación del mismo hombre: Eduardo Sacheri.  “El cine es multitudinario en cuanto a la gente que está involucrada mientras que el laburo de los libros es mucho más solitario. Creo que ese es el mayor aprendizaje que uno tiene que hacer y ahora podría decir que estoy más acostumbrado a esta multiplicidad de voces involucradas”, cuenta el escritor a PERFIL y explica que va a cada rodaje de los filmes que se basan en una obra suya.

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La odisea de filmar "made in Argentina" y triunfar

—¿Cómo viviste el estreno de “La odisea de los giles”?

—Lo que tiene una película basada en un libro tuyo es que te genera una ansiedad particular en el sentido de que los libros tienen otro tiempo para madurar y prosperar. Las películas se mueven con la urgencia de unos pocos días donde se decide su suerte en tanto éxito o no. Un libro a lo mejor lo podés publicar, arrancar despacio, permanecer en las librerías y puede ir lentamente madurando en el gusto de los lectores. El cine no: necesita debutar y ganar.

—Y aparte hay mucha gente involucrada...

—En un libro la editorial obviamente hace una inversión pero cada editorial publica un montón de libros cada mes. No es que son cientos de personas que trabajaron un montón de horas en un solo proyecto. Productores que metieron un montón de plata, técnicos que estuvieron meses trabajando, Sebastián Borensztein, en este caso, que estuvo tres años laburando, Ricardo y el Chino Darín como productores otro tanto. Ahí uno ve que son un montón de destinos los que parecen decidirse en muy pocos días y que a la película le vaya bien es un alivio.

—¿Te ponés nervioso con ellos?

—Sí, seguro. Además nos tocó estrenar en un momento especial. Nosotros sabíamos que estrenábamos después de las PASO pero lo que nadie sabía era que iban a ser días tan turbulentos. Entonces la verdad que fueron días de mucha tensión y por suerte la película anduvo muy bien.    

—¿Te imaginabas que ibas a formar parte de la industria del cine nacional?

—No me imaginaba siendo parte de la industria editorial, menos de la del cine (risas). Me encanta que suceda y no me es indiferente porque me resulta super estimulante y a mis libros les hace bien. La masividad del cine le viene genial a los libros en el sentido de que mucha más gente tiene la posibilidad de conocerlos un par de años después de haberlos publicado.

—¿Te gusta ir a los rodajes?

—Soy muy de ir pero dejo claro que no voy a molestar. Me gusta estar en un rincón, con auriculares, y en los frecuentes tiempos muertos del rodaje si podemos charlamos un poco. Si veo algo que se me ocurre sugerir en ese momento lo hago pero siempre entendiendo cuál es mi lugar.Es un equilibrio complicado y ojalá haya estado a la altura. Habría que ver cómo ellos (los Darín y Boresztein) lo vieron igual, porque capaz para mí estuve bien y ellos te dicen que soy un molesto (risas).

—Cuando escribís un nuevo libro, ¿te pasa de pensarlo en el cine?

—Para nada. Ahora en octubre sale una novela mía nueva que se llama Lo mucho que te amé. Es una historia de amor ambientada en la Argentina de los años ‘60. Si vos me preguntás si la veo como película la verdad es que no. Ahora, viene un director o directora dentro de ocho meses porque la leyó y le gustaría hacer una película y lo charlamos. Lo que necesito es que sea alguien del mundo del cine el que piense y tenga la idea en la cabeza.

—¿Tampoco le ponés cara de actores a los personajes?

—Nunca. Recién cuando estamos escribiendo el guion y el director me dice tal personaje lo va a hacer fulano le pongo la cara en el guion. Por ejemplo en La odisea... yo sabía qué tres personajes hacían Ricardo, el Chino y (Luis) Brandoni. Los demás todavía no tenían designado a su actriz o actor, entonces era una mezcla de rostros famosos con rostros anónimos.

—¿Hay algo que destaques de tus experiencias en rodajes?

—Lo que yo siempre destaco es que me ha tocado laburar con buena gente en cada uno de esos proyectos. En El secreto de sus ojos y en Metegol con (Juan) Campanella, en Papeles en el viento con (Juan) Taratuto y en La odisea con (Sebastián) Borensztein. Todos son distintos entre sí pero son buena gente. Eso te da como un paracaídas y ningún problema es demasiado grande.

—¿Qué te generan los grandes eventos de lanzamiento a los que vas con ellos y los actores?

—Me los tomo como algo divertido. Igualmente no dejo de estar en la periferia del asunto. Es como un mundo raro en el que no pensé nunca que iba a estar. No es que no tuviera mis sueños profesionales pero realmente iban por otro carril. Mi sueño era una beca del Conicet eventualmente. En un momento esos sueños quedaron de costado y empezaron estas otras situaciones que la verdad nunca soñé. Aparte la primera película en la que me involucro gana el Oscar. Es raro. Jamás soñé con ir a Hollywood. Lo que no significa que no lo disfrute, pero la reacción es más la sonrisa incrédula que la materialización de un sueño.

—¿Sos de ver películas e ir al cine?

— Mucho. No soy un experto ni mucho menos pero así como soy un voraz lector también soy un voraz mirador de películas y en el cine. A mí me gusta ir al cine desde que soy chico. Me fascina que se apague la luz y que te envuelva el sonido. Por eso me rompe mucho la gente que está con los celulares en el cine o el ruido cuando comen el pochoclo. Para mií el cine es una fiesta sensorial. Eso me pasó toda la vida y me sigue pasando. Durante muchos años daba un montón de horas de clase por semana pero tenía unas horas libres los lunes a la tarde. Entonces me iba solo al cine de Haedo a ver lo que estuviera en cartel. Fueron años así y siempre fue un placer.

—¿Ves algo en especial?

—No soy muy original. Veo las de Woody Allen, las de Tarantino, etc.

—Vi que haces trekking con tu hijo. ¿Te ayuda a desconectar?

—Mis hijos ya son grandes. El varón tiene 23 y la mujer 19. Están en la facultad y tienen sus vidas pero siempre fuimos de caminar mucho, subir cerros y esas actividades en las vacaciones. Siempre fui de esos padres que estimulan la aventura por así decirlo.

—¿Hay alguna aventura pensada a futuro?

—Con mi hijo estamos con ganas de subir al Lanín, entonces empezamos a realizar unas cuantas salidas previas como para ir midiéndonos y ver si las resolvemos bien. Son parates lindos porque durante tres o cuatro días suspendés tus otras cosas y te dedicás a charlar y a perder el tiempo. Para mí los vínculos de familia son lo más importante en la vida. Los de amistad también pero sobre todo los familiares, entonces les dedico mucho tiempo. Por ejemplo los fines de semana no escribo nunca. Ahora no hace falta porque  mis dos hijos ya tienen sus vidas, pero durante muchos años yo el fin de semana lo dedicaba solo a ser padre.

“Los lunes soy ‘el pelado de Historia’”

A medida que su trabajo como escritor creció el de docente fue teniendo menos espacio pero Sacheri nunca dejó de dar clases. “Es parte de mi vida. Cuando salí del secundario estudié el profesorado, después la licenciatura y mi plan era dar clases en la universidad y en escuela secundaria. A pesar de todo sigo siendo profesor de historia”, explicó a Eduardo Sacheri a PERFIL.

—¿Con los alumnos cómo es la relación?

—Es verdad que desde hace unos cuantos años no soy anónimo. A lo mejor pasa que cuando entro el primer día, pongo el nombre en el pizarrón e Historia alguno debe decir: ‘Ya sabemos quién sos’. Pero para mí es importante ese gesto porque dice lo que vamos a hacer ahí. A lo mejor en la semana me van a ver en la tele, en el diario o me van a leer a lo largo del año en Literatura pero a mi me gusta preservar ese espacio de los lunes a la mañana donde soy “El de historia”. Me da la sensación que los chicos suele entender rápidamente ese código y muy rápidamente me convierto en el pelado de historia que es lo que tiene que pasar.

—¿Hablás con ellos de tus libros?

—Sí pero no se puede hablar de mis libros antes de las pruebas de Literatura que involucran a esos libros. Porque pretenden no leer y que yo les cuente el libro...¡Eso está prohibido! (risas).