Ni cuando viajaba a Punta del Este mientras Mauricio Macri era jefe de gobierno porteño y luego candidato presidencial hubo alguna vez una foto de Juliana Awada en traje de baño. Pero pasaron boda, maternidad, cuatro años de gobierno macrista, y hace un año que ella dejó el traje de primera dama. Relajada y ante el azul del agua patagónica se zambulló en malla en un laguna fuera del circuito turístico.
Ya lejos del protocolo, regresó a la civilidad por completo. También viene bien postear algo más que hortalizas y jugos multicolores o mostrar cómo quedó la cocina de la casona que alquilan ella y Macri en zona norte. Después de 15 notas al hilo sobre huerta, el medio gráfico más afín a Macri, ya se debatía este 2021 entre estipular una sección fija onda ‘Awada en la huerta’, o ‘el recetario con los brotes verdes de Accasuso’.
Así como Macri voló a Qatar para cumplir con una agenda que le armó la FIFA; Juliana Awada regresó a la Patagonia. “Su lugar en el mundo” como escribió en lo que fue su activo “cuaderno instagramero” durante las vacaciones de enero en Villa La Angostura. Sin hijas, sin Macri, Juliana viajó esta vez con un grupo de amigas y amigos de ella y de su marido. En realidad y amistad y mucho más: la familia anfitriona y dueña de la estancia neuquina fue una de las mayores aportantes a la campaña presidencial 2019 -e incluso de la Esteban Bullrich en versión “bonaerense” en 2017-, los Miguens Bemberg.
Eso sí, el día previo al vuelo al sur, Juliana Awada celebró los 18 años la de Valentina Barbier, su hija mayor. Si durante enero, ella hizo de instagram un espacio para exhibir la belleza de Villa La Angostura, en este viaje a actividad fue mayor. El atractivo de cabalgar por circuitos off turismo convencional tiene una seducción aún más potente.
Antes de viajar a Neuquén, Awada le festejó el cumpleaños a su hija mayor.
Los anfitriones -Bemberg Miguens- conocen el territorio a la perfección -además de tener como algo más que hobbie la navegación, son escaladores-, además van con baqueanos. Y Juiana Awada puedo asistir no sólo a paisajes en altura que no dejan dudas de porque la Patagonia enamora, sino hasta en uno de los paseos avistaron a un cóndor. Y además, se zambulló en traje de baño durante un alto en uno de los recorridos.
