Según datos de La Vanguardia y de The Economics de este año último, la familia real británica embolsa los ingresos de los ducados de Lancaster y Cornualles, que la reina y el príncipe Carlos heredaron. Esos patrimonios privados se componen de tierras, propiedades y activos financieros.
En 2017, se supo que el ducado de Lancaster invertía millones en un fondo de las islas Caimán. (Duchy Originals, una empresa creada por el príncipe Carlos para vender galletas y otros "alimentos naturales" de precio elevado, es independiente y sus beneficios se destinan a obras de caridad).
Con los activos de los ducados se pagan los gastos reales privados, aunque el príncipe Carlos alega como atenuante que dona una porción de su parte a organizaciones benéficas y que paga el impuesto sobre la renta. Por último, aunque muchos de los palacios en los que viven los miembros de la realeza son propiedad del Estado y, por lo tanto, no pueden venderse, también poseen otras propiedades privadas. La reina Isabel, por ejemplo, heredó dos fincas de su padre, Jorge VI: Balmoral en Escocia y Sandringham en Norfolk.
El valor conjunto de los activos de los ducados ascendió a 1.600 millones de libras (1.900 millones de euros), con unos beneficios anuales de unos 47 millones de libras (55 millones de euros).
La vida de los Sussex como miembros de la realeza entregados a una carrera laboral habría sido sufragada en parte por la subvención soberana. El príncipe Carlos gastó 5,6 millones de libras (6,5 millones de euros) en los tres primeros meses de 2020 a financiarlos a ellos y a los duques de Cambridge; y la princesa Diana dejó a sus hijos la mayor parte de su patrimonio, valorado en unos 13 millones de libras (15 millones de euros) después de impuestos. Según dijo el príncipe Harry a Winfrey, sin ese dinero de su madre la pareja no habría podido trasladarse a Estados Unidos.
Semejante combinación de ingresos privados y públicos explica la riqueza de la familia real., pero no responde a cuestiones más espinosas sobre el valor de la monarquía. Los monárquicos aducirán que (al menos antes de la pandemia de la covid) Gran Bretaña recibía la visita de multitudes de turistas amantes de la corona, si bien resulta difícil de cuantificar el beneficio exacto de ese atractivo. La reina paga el impuesto sobre la renta, e incluso el impuesto municipal sobre el palacio de Buckingham, aunque no está obligada a ello. Al dejar la casa real y tener que ganarse el sustento, Harry y Meghan esperan evitar semejante fiscalización. De todos modos, el precio será una renta mucho menos segura, y quizás también menos generosa.
Los gastos no responden a cuestiones más espinosas de la monarquía británica
La reina paga el impuesto sobre la renta, e incluso el impuesto municipal sobre el palacio de Buckingham, aunque no está obligada a ello.