PROTAGONISTAS
MIRADAS QUE HABLAN, PALABRAS QUE OCULTAN

Leonardo Fariña: gestos, mentiras y videos según la mirada de un experto

Sergio Rulicki, antropólogo y experto en el análisis de la comunicación no verbal para definir verdad de engaño, analizó para PERFIL las dobles declaraciones del marido de Jelinek. Galería de fotos

Detalle. Para Rulicki, Fariña no sabía que Lanata lo estaba grabando, al menos en la segunda entrevista que ambos mantuvieron en el departamento del periodista
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La observación de los gestos, las posturas y las cualidades de la voz constituyen una herramienta que ayuda a discernir cuánto hay de realidad, y cuánto de engaño, en las apariciones televisivas de Leonardo Fariña.

El prestigioso detective norteamericano Stan B. Walters dice que analizar un minuto de video de los interrogatorios a los sospechosos de un crimen lleva un mínimo de dos horas, ya que es necesario repasar numerosas veces los mismos fragmentos debido a la enorme cantidad de mensajes –verbales y no verbales– que contienen, y debe hacerse en forma interrelacionada, y sobre ellos generarse todas las hipótesis.

Aun sin haber llegado a tal grado de exhaustividad, la actuación de Fariña en la entrevista con Jorge Rial contiene numerosos comportamientos verbales y no verbales que, desde la perspectiva de las técnicas aplicadas en Estados Unidos, serían considerados como indicios de engaño.
Los mentirosos suelen preparar muy bien su línea argumental, ya que dependen de ella como coartada, pero, debido a que esta es inventada, deben hacer mayores esfuerzos que las personas sinceras para mantener el hilo de su argumentación. En este sentido, resulta notable la cantidad de veces en las cuales Fariña pregunta: “¿Sí?” al final de cada frase. Este acto se interpreta como una búsqueda inconsciente de apoyo y reafirmación externa, debido a las sensaciones de inseguridad que provocan las propias dudas o, en este caso, la posible falta de veracidad de los enunciados. En un momento de su explicación, Fariña se detiene. Ha perdido el hilo de su discurso, se echa para atrás, abre los brazos y se pregunta a sí mismo: “¿Entonces qué pasa?”, e inmediatamente retoma su línea argumental. Este joven utiliza estrategias verbales que son típicas de quienes intentan ocultar o tergiversar los hechos de manera deliberada. En los discursos engañosos, los mentirosos suelen indignarse fácilmente, contraatacan con ferocidad y ponen en duda la credibilidad y las intenciones de los investigadores. En el caso Fariña, esta actitud se corresponde con la acusación de “golpista” que le hace a Lanata, y la acusación genérica de que se trata de una operación contra el Gobierno y que todo el asunto radica en la defensa de los intereses espurios de “la corporación”.
La otra estrategia verbal sospechosa es la “auto-victimización”. Fariña relata enfáticamente que desde hace años sufre la persecución de la prensa, que le ha causado daños “de reputación y buen nombre”. Es aquí donde aparece el primer indicio no verbal importante, una fugaz sonrisa unilateral que él realiza al final de su discurso. Se trata de un “desliz microgestual” inconsciente que dura sólo una fracción de segundo. Este tipo de sonrisa manifiesta la emoción de orgullo narcisista, que en el contexto analizado es congruente con las sensaciones de placer por el engaño, y puede considerarse como la autodelación de un comportamiento falaz.

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Mirada fija. El acto de mentir pone en juego emociones cuya intensidad puede superar la capacidad del mentiroso por inhibir o enmascarar su manifestación gestual. De esta forma, las mentiras son delatadas por la interferencia de expresiones inconscientes debidas a tres reacciones emocionales ante las propias mentiras: el placer por el engaño, el temor a ser descubierto y a sus consecuencias y la culpa o vergüenza por mentir.

Siguiendo al doctor Paul Ekman, principal autoridad mundial en estos temas, quienes padecen del trastorno narcisista de la personalidad, u otra psicopatía antisocial, son ególatras que carecen de sensaciones de vergüenza y culpa, y esto les permite mentir en forma habitual y con gran efectividad; al no sentir remordimientos, tampoco dan señales de recelo por ser detectados. Tanto los narcisistas patológicos como las personas “normales” con mayor habilidad para mentir, confían en su capacidad para engañar porque han practicado la mentira y han descubierto formas eficientes de llevarla a cabo. Sin embargo, Ekman considera que aun a éstos puede traicionarlos su comportamiento no-verbal.

Pestañeos. Es curiosa la bajísima frecuencia en el pestañeo de Fariña, lo que se considera señal de inusitada atención, intención persuasiva, temor, o el efecto de algún medicamento o fármaco. Es evidente que la situación reclamaba toda la atención que él fuera capaz de dispensarle, y no caben dudas de que intentaba ser persuasivo.

Los estudios señalan que una mirada sostenida sobre la del interlocutor es una de las estrategias preferidas de los mentirosos porque saben que juega a su favor ese falso criterio que reza: “Si alguien te mira a los ojos y es capaz de sostenerte la mirada mientras te habla, te está diciendo la verdad”. También parece lógica la hipótesis de que la baja frecuencia de su pestañeo pueda deberse al temor, en este caso, temor a ser descubierto o a represalias. Resulta por lo menos curioso que el mismo rasgo de falta de pestañeo también se advierte en Federico Elaskar en la entrevista con Jorge Lanata.

Hostilidad y asco. La comunicación no verbal inconsciente de Fariña en lo de Rial revela un dato interesante sobre el tipo de relación que lo vincula con Elaskar; es donde más sincero se manifiesta. Fariña lo acusa de mentiroso y ladrón, pero inmediatamente declara que es su visión personal, ya que se siente dolorido por el trato recibido. El argumento que destaca es que Elaskar declaró que apenas lo conocía, mientras que él dice que llegó a vivir en casa de éste por tres semanas. En ese momento realiza inconscientemente un ilustrador de precisión que consiste en unir las yemas de los dedos pulgar e índice formando un círculo, mientras el resto de los dedos ilustra el número tres. Aunque no hayan sido tres semanas, sino tres meses, o tres días, los indicios no verbales señalan que la convivencia existió, y que por lo tanto la relación era íntima. Este grado de estrecha amistad parece corroborarse por las filtraciones emocionales inconscientes en el rostro de Fariña.

Cuando habla de Elaskar, produce gestos de asco y hostilidad que consisten en el fruncimiento de la piel del puente de la nariz y la exhibición de un colmillo a través de la elevación del labio superior a la altura de ese diente. Son las señales del asco, dice el doctor Ekman, las que indican que una persona ha llegado al nivel de odio en el cual puede actuar respecto de otro como si este fuera una cosa, e intentar destruirlo. En el mismo sentido, podemos ver que Elaskar sonríe sardónicamente cuando acusa a Fariña de ser el responsable del “faltante” en los resultados de las transacciones financieras que manejaban juntos.

Colorido vocal. El comportamiento verbal y no verbal de Fariña ofrece numerosos indicios que permiten discernir cuál de las versiones que ha relatado –ante Lanata y ante Rial– es cierta. Sobre este punto debemos comenzar con la descripción de dos delatores paralingüísticos. Cuando Rial le sugiere a Fariña que Lanata le había ofrecido protección del Grupo Clarín a cambio de participar de una falsa cámara oculta, su respuesta fue: “Claro”. Lo que debe notarse en este caso es que él pronuncia esta palabra con un volumen de voz más bajo y un tono más agudo que los utilizados hasta ese momento. Esto es interpretado en el contexto de las técnicas de interrogatorio no verbal que se utilizan en Estados Unidos como señal de mentira, o por lo menos de duda sobre lo que se acaba de afirmar. Otro indicio en el mismo sentido que refuerza esta interpretación es que, ante la sugerencia de Rial de que Fariña lo había hecho “entrar” a Lanata al engañarlo con un relato ficticio, preparado a propósito de una cámara oculta que en realidad no lo era, Fariña responde con un hilo de voz: “Obvio”.

La voz humana comunica una amplia gama de informaciones en muchos niveles y tienen características que no pueden ser consideradas verbales en su naturaleza, ya que no dependen de las palabras vocalizadas sino de las emociones o intenciones del emisor. Cuando Fariña declara que había preparado una puesta en escena para engañar a Lanata, el tono más grave y el volumen más alto de su voz demuestran ira, una emoción que no es congruente con el deleite por embaucar, sino con el haber sido embaucado. Esta ira vuelve a manifestarse más abiertamente en la autodelación más clara de todas, cuando él dice de Lanata: “Para él, yo era un buen pibe (…) pero, por las dudas, te cago y te filmo”. Esta declaración constituye una confesión de que no sabía que lo habían filmado, de otro modo, ¿cómo pudo haberlo “cagado” Lanata?

Un detalle que puede resultar importante es que, durante las dos cámaras ocultas, Fariña nunca desvía la mirada de su interlocutor. Si hubiera sospechado que lo estaban grabando, o si lo hubiera sabido en función de un acuerdo previo, sería lógico suponer que hubiera recorrido el espacio con su mirada en busca de esa cámara y hubiese mirado hacia ella en algún momento. Pero él se muestra confiado de sí mismo, habla con espontaneidad y no produce signos específicos que desde la perspectiva de la comunicación no verbal puedan tomarse como indicios de estar inventando.
En los segmentos emitidos en la primera entrevista con cámara oculta, Fariña realiza un gesto que resulta interesante como testimonio de su inmensa ambición.
Cuando dice: “Yo gasto hasta donde puedo” produce al mismo tiempo un acto no verbal inconsciente: repiquetea con un dedo contra el asa de una taza. El tamborilleo de los dedos es típico de la impaciencia, pero el hecho de que haya usado el dedo medio –el que se usa en el gesto de “fuck you”– muestra que su impaciencia por volverse rico tiene un alto componente de agresividad y da la impresión de que se impuso a sí mismo alcanzar una vida de millonario de manera vertiginosa y expeditiva, y que ha estado dispuesto a correr los riegos que esa decisión implica.