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Natalia Oreiro: “No era la idea que se sepa la venta de mi casa”

Antes de volver a la TV, la actriz habla sobre la maternidad y el trabajo; reniega sobre el avance de la tecnología en los chicos y reivindica los juegos al aire libre.

Al sol. En Pinamar, la actriz dio una “clínica” sobre cómo cultivar especias.
| Gentileza Aló agencia

A simple vista podría decirse que llegó a los 37 años con la vida semirresuelta. Por lo menos, la ecuación carrera exitosa-marido estrella de rock- madre primeriza feliz, así lo demuestra. “Soy una mujer en construcción”, esbozará ella a modo de titular, para luego soltar una confesión: “Estoy al servicio de una personita que necesita tiempo pero a su vez sin perder mi propio espacio”.  
Paciencia. Esta es la palabra clave –comenta– para que la crianza de su hijo y su carrera, “esos dos mundos”, según sus propias palabras, no choquen.

Atardece en Pinamar, y la actriz uruguaya recibe a PERFIL desplegando una sonrisa casi permanente y un solo pedido de antemano para éste y el resto de los cronistas aquí presentes: no se puede masticar chicle delante de ella.

Oreiro llegó el 20 de diciembre de Europa luego de recorrer más de 16 ciudades con el Nasha Natasha Tour, entre ellas Siberia, una de las pocas latitudes que aún no conocía de su Rusia tan querida. “¡Pasé de 40 grados bajo cero a 40 grados de calor!”, dice ahora frente al mar de la costa atlántica argentina, el lugar donde realizó una clínica de hierbas para Terma, y explicó como cultivar y cuidar tomillo, menta y melisa.

La actriz pasó Navidad en Buenos Aires y arrancó haciendo castillitos de arena en las playas de Carmelo, Uruguay, junto a su marido, Ricardo Mollo y su hijo, Merlín Atahualpa.

—¿Adónde ibas de vacaciones de chica?
—Hacíamos dos viajes: uno a Brasil y otro a Buenos Aires, para recorrer la calle Corrientes y comer pizza. Igual en Montevideo teníamos playa, salía a andar en bici por la rambla... Me gustaba ver los atardeceres.

—Parece que repetís la fórmula ahora con tu hijo.
—Me gusta; quiero inculcarle que disfrute de lo natural, y que juegue solo, que se aburra. ¡Hoy los chicos no se puden aburrir! Los padres no aceptan que sus chicos se aburran. Hoy apretás un botón y tenés toda la información que necesitás. Y te perdés de leer un libro. La ansiedad es mucha y todo tiene que suceder ya. La naturaleza tiene tiempos que no tiene internet: por ejemplo, plantar un árbol. Pero bueno,  después veremos qué sucede cuando sea más grande, y tome decisiones por sí mismo.

—Ya lo está haciendo: se dijo que les manifestó que no le gustaban su nombre.  
—Fue así, nos bajábamos de un taxi y cuando el taxista le dijo: “Chau Merlín”, él le respondió: “Me llamo Atahualpa”. Cuando llegamos a casa le dijo a su padre: “Me llamo Atahualpa”. “Bueno, listo”, dijimos, “Te llamás Atahualpa”. ¡Lo que me costó convencer a mi madre! (risas).

—Mollo ya tiene dos hijas adolescentes. ¿Cómo es ahora nuevamente como padre en una edad más avanzada?
—Es redivino, siempre me acompaña. Para mí fue fundamental para poder ir a trabajar: me acercaba a  nuestro hijo todo el tiempo en las grabaciones de la novela para que le pueda dar la teta: se la di hasta los dos años y medio.  

—El año pasado tu hijo subió por primera vez a un escenario con él. ¿Hay un incentivo para que sea músico o artista?
—Nosotros tenemos la sala de ensayo en casa, así que imaginate que nuestro living está lleno de instrumentos. Tiene una minibatería. Ahora está más con los autitos y los aviones. Pero la verdad que no queremos imponerle nada.

—¿Ven alguna faceta ya innata artística en él?
Sí, le gustan los instrumentos. Los reconoce e imita los sonidos. Hace caritas y voces...¿Actor? No, no quiero que me engañe.

—Tu marido estuvo en el programa “Línea de tiempo”, donde se le hace un video a cada invitado con un resumen de su vida. Surgió allí una polémica porque él no mencionó a Erica García, la mujer que fue su pareja diez años. Y ella salió con los tapones de punta contra él. ¿Cómo lo viviste?
—La verdad ni voy a opinar sobre ese tema.

—¿Pero hablaron del tema?
—Cero, cero opinión.

—Se habló mucho sobre la venta de la casona que tenés en Palermo... (interrumpe).
—Sí, la puse a la venta y no era la idea que se publicaran las fotos. Fue un problema.

—¿Te querés mudar por algo en especial?
—Estoy ahí desde 1998. Ahora busco más tranquilidad.

—Maxi López quiso comprarla...
—Ah, ¿sí? La verdad que no llamó (risas).

Natalia Oreiro está por comenzar a grabar una serie diaria. Se trata de un ambicioso proyecto escrito por Juan José Campanella en Telefe. “Hago de una chica de 17 años, que es atacada por cinco hombres y luego a los 20 vuelve para vengarse”, cuenta la actriz.

Será éste su primer personaje dramático en televisión. Para este año tenía en agenda cuatro películas, sin embargo tuvo que dejar algunas de lado. “A fin de año hago la vida de Gilda –confirma–, todo no se puede. Siempre trato de tomarme tiempo para las cosas. Parece mentira, pero de Sos mi vida, que fue en 2006 a Solamente vos, en 2013, pasaron seis años. Ahora, además, tengo un hijo. Las cosas cambiaron”.

Oreiro vuelve en un momento particular de la televisión, donde la novela turca, Las mil y una noches, está liderando en audiencia. “Está buenísima, la vi”, comenta. Y agrega sobre la industria televisiva “enlatada”: “Yo no puedo decir nada, ahora en Rusia hay al aire cuatro novelas mías. Me parece bueno el intercambio y que nosotros nos abramos culturalmente. Tiene que haber un equilibrio”.