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Futbol, videla y maxima

"No me arrepiento del boicot contra el Mundial de 1978"

A 35 años del campeonato que consagró a la Selección Nacional, PERFIL dialogó con Oeki Hoekema, el jugador que hizo campaña para que Holanda no participara.

Sereno. Hoekema hoy en su casa de Holanda. Vio la final de 1978 contra Argentina, aunque le decían que él no tenía derecho a verla.
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Para él, el fútbol es –ante todo– una pasión. Sin embargo, hubo un tiempo en que este jugador pensó que la selección de su país, Holanda, no debía participar del Mundial disputado en Argentina en 1978. A 14 mil kilómetros de Buenos aires, Oeki Hoekema se enfrentó no sólo a su propia pasión, sino también a una sociedad que no quería resignar la fiesta orange. Meses antes de que comenzara la Copa del Mundo en Argentina, intentó boicotear la participación de Holanda. Por ese entonces, este holandés tenía 28 años y había jugado varios partidos en la selección como delantero. Oeki organizó este boicot como forma de protesta por los actos de terrorismo de Estado que se vivían en nuestro país. A 35 años –el Mundial comenzó un 1º de junio–, recibe a PERFIL en su casa, en la provincia de Friesland. Tiene 64 años, los ojos claros y conserva cierta estructura física de atleta y un convencimiento que se mantiene desde hace mucho tiempo: siempre supo sobre lo que se vivía en Argentina. “No había razón para dudar”, sentencia serio.

—¿Cómo comenzó exactamente el boicot?
—Al comienzo no sabía nada, pero luego me fui enterando de los desaparecidos y el accionar de los militares. Por eso no dudé en ningún momento de llevar adelante este boicot. Fui por todos lados a dar charlas, tuve audiencias con políticos, habremos dado quince o veinte conferencias. Pero no se generaba ningún tipo de discusión.
—¿Y eso qué te produjo?
—Me frustró, me costó mucho despegarme de lo que viví en aquel momento; sólo con los años pude ignorarlo. A la gente le explicábamos todo lo que sabíamos, por qué apoyar el boicot, por qué era tan importante que nos manifestáramos. Todos decían que sí, que estaban de acuerdo y después, cuando les acercábamos la petición para que firmaran, nadie lo hacía.  Acá, en Holanda, se puede hablar y opinar de lo que uno quiere. En el fondo preferían permanecer en el sueño de un Mundial.
—¿Y los jugadores de la selección qué decían?
—Estaban como encerrados en sí mismos, no opinaban nada y la prensa los mantenía al margen también. Yo hablaba con ellos, pero nadie participaba. Un mundial es una vidriera muy grande para un jugador, creo que ellos no fueron capaces de dejar de lado aquello.
—¿Si usted hubiera sido elegido para ir a jugarlo, hubiese hecho lo mismo?
—Mucha gente me ha dicho: “Es fácil para usted hablar de un boicot porque no fue elegido. Pero te aseguro que me hubiese quedado en casa. No entendía que la gente no pudiera ver que Videla era de la misma categoría que Adolf Hitler.
—¿Tuvo algún inconveniente personal?
—La gente comenzó a ponerse en mi contra. La prensa comenzó a ubicarme en un lugar político de izquierda, luego que era fascista y después comunista (ríe). Eso me forzaba a tener que dar explicaciones sobre mí y sobre mi postura, como si yo fuese el que estaba haciendo algo malo. Los clubes se encargaban de hacer correr la idea de que no me contrataran. Decían que yo ponía una cláusula de que no jugaba en países donde no había democracia. Era mentira.
—¿Por qué cree que fracasó el boicot?
—Porque los medios no hablaban mucho del tema y menos explicaban nuestras razones; ellos dominaban la opinión pública.
—¿Qué te dice la gente ahora, con el paso del tiempo?
—Que tenía razón, que había hecho bien. Poner el tema en la discusión de todos, creo que eso fue importante.
—¿Viste el Mundial por televisión?
—Sí, y sufrí hasta en la final con Argentina, aun cuando la gente me decía: “Vos no deberías estar viendo el Mundial”. Eso me demostraba que la gente no había comprendido nada de lo que nosotros intentábamos explicar.
—¿Se enteró de la muerte de Videla?
—Sí, acá fue enseguida una noticia, pero Videla, para mí, ya estaba muerto desde que entró en la cárcel.
—¿Máxima Zorreguieta es reina de su país y su padre fue funcionario de ese Gobierno, cómo le cae eso?
—Es imposible que el padre de Máxima no supiera lo que ocurría, era el ministro de Agricultura, a ese nivel es imposible que no tuviera conocimiento de lo que pasaba. Yo estoy de acuerdo con que ese hombre no venga a Holanda. Esto es un peso para Máxima porque es su padre. De todas formas, no podemos culpar a su hija por lo que hizo su padre.
—¿Y Máxima qué le parece?
—Ella es inteligente. A la gente le gusta porque es muy amable y es de mente abierta. La aman porque está cerca del pueblo. Máxima, está haciendo bastante bien las cosas como reina porque se realiza su función de una manera moderna, algo no tan común acá.
—Si tuviera que pasar por la misma situación ahora, ¿qué haría?
—Haría exactamente lo mismo, no me arrepiento de haber hecho ese boicot.

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