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Columnas

El peronismo y la oposición carecen de liderazgo

Son manifestaciones puramente identitarias, manifestaciones sin política, sin propuestas, sin ideas, sin comprensión de los dramáticos desafíos que enfrenta la sociedad.

Con cinco días de diferencia, las dos principales tribus políticas que habitan en el país ocuparon las calles. El 12 de octubre lo hizo la oposición, el 17 lo hizo el peronismo. Los primeros, como es frecuente cuando se hace política fuera del poder, salieron a expresar su disconformidad con las medidas oficialistas bajo una agenda imprecisa e incluso contradictoria.

La manifestación quiso celebrar los 75 años del 17 de octubre de 1945 y al mismo tiempo, expresar apoyo a un gobierno que es percibido como débil bajo las amenazas a las que lo someten a la vez los rigores de la realidad, la pandemia, la ya prolongada crisis económica y una oposición a la que el peronismo o, para ser justos, todos los oficialismos, siempre suponen más entregada a la traicionera conspiración que a la legítima acción política.

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Así, en medio de una crisis sanitaria que ha colocado al nuestro en el pelotón de avanzada de los países más dañados por el coronavirus, vimos una vez más para utilizar el título del clásico libro de Hilda Sábato a la política en las calles. Que la política se juega también en la calle no es ninguna novedad.

Un bello artículo que el historiador Roy Hora publicó hace apenas unos días en el sitio digital de la revista La Vanguardia, da cuenta de la larga historia de manifestaciones populares que antecedieron a las 17 de octubre de 1945 y que comenzaron ya en el siglo XIX a colocar a la Plaza de Mayo y a la Casa Rosada como sitios privilegiados de expresión política popular.

Ni en la manifestación del 12 de octubre, carente de discursos y de discurso, ni en la del 17, en la que el presidente habló fundamentalmente del pasado, apenas mencionó el presente y en ninguna ocasión hizo referencias al futuro, como si de aquellas largas tradiciones de expresión popular en el espacio público hubiera quedado sólo la gestualidad. Una coreografía sin música.

Son manifestaciones puramente identitarias, manifestaciones sin política, sin propuestas, sin ideas, sin comprensión de los dramáticos desafíos que enfrenta la sociedad. Manifestaciones de angustia o de la esperanza, pero carentes ambas de los liderazgos que reclama la hora.