También conocida como La noche de Brujas, Halloween se trata de un festejo internacional en la que las personas se disfrazan para pedir golosinas o incluso salen a hacer bromas bajo el lema “dulce o truco”.
Pero, ¿Por qué nos disfrazamos? Los orígenes de los disfraces de la festividad pueden remontarse a más de dos mil años atrás. Los historiadores creen que el precursor de la festividad es un festival celta para marcar el final del verano y festejar la llegada de la mitad más oscura del año.
Durante la celebración, el mundo de los dioses se volvía visible para los humanos, derivando en travesuras sobrenaturales. Algunas personas ofrecían golosinas mientras que otros usaban disfraces para que los espíritus que deambulaban pudieran confundirlo con uno de ellos.
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Después, Halloween comenzó a tener influencia cristiana cuando las autoridades se apropiaron de la festividad. En el siglo VII, el papa Bonifacio IV decretó el 1 de noviembre como el Día de todos los Santos.
Con la primera oleada de inmigrantes irlandeses y escoceses comenzó a llegar a las tierras que hoy forman a los Estados Unidos, la supersticiones y tradiciones migraron con ellos y su popularidad se extendió rápidamente.
