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Opinión

La aparición de la hegemonía débil

Puede ser que estemos ante un cambio de época que, por el fracaso de los dos relatos fuertes de la historia Argentina surja uno nuevo, superador. Más abierto a sumar verdades de los otros dos relatos sin que resulten excluyentes y cuyo único “anti” sea el anti-grieta.

Hoy, en Argentina hay múltiples empates entre fuerzas políticas que intentan imponer su propio relato cultural, ideológico y político. Por un lado tenemos un empate que viene de la época del ´50 entre lo que podríamos llamar peronismo y anti-peronismo y que en los últimos años se llama cristinismo y anti-cristinismo. Es un empate porque ninguno de los dos relatos se pudo imponer de forma hegemónica por sobre el otro.

Son dos culturas que se presentan como excluyentes impulsadas en función de lo anti: anti una cosa y anti otra y cuya función consiste en boicotear todo lo que proviene del otro y defender, como sea, lo propio.

Si unos dicen que la mejor vacuna es la rusa, los otros dirán que es la británica. Si unos dicen que la cuarentena sirvió, los otros dirán que fue el mayor fracaso. Si unos robaron, los otros responderán que los otros robaron más. Un juez puede ser valiente o una pieza más del law-fare de acuerdo a quien condenó y a quien absolvió. Hasta los actores y las actrices son mejores o peores según de qué lado del relato estén. Con los periodistas, obviamente también pasa lo mismo. 

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Pero en el último año surgió un empate hegemónico. Es una batalla cultural que se da dentro de aquellas otras dos grandes batallas históricas: el peronismo y el anti-peronismo. 

En el oficialismo apareció una corriente encarnada  por el albertismo y el massismo. Una corriente que encarna un intento de hegemonía más débil. Más débil en contraposición a aquellos grandes relatos fuertes de peronistas y anti-peronistas. Menos mitológica que la cristinista, más relativista, menos anti y más abierta.

También en la oposición aparece un liderazgo como el de Rodríguez Larreta que igualmente intenta construir una hegemonía más débil, en la que se sienten mejor reflejados que con el macrismo duro sectores opositores que vienen del radicalismo, desarrollismo y del peronismo. 

Puede ser que estemos ante un cambio de época y que, ante el fracaso de los dos relatos fuertes de la historia Argentina, por imponerse definitivamente sobre el otro, surja un relato nuevo, superador. Un relato hegemónico pero débil, más posmoderno. Más abierto a sumar verdades de los otros dos relatos sin que resulten excluyentes y cuyo único “anti” sea el anti-grieta. Una hegemonía débil que dé como resultado un país más fuerte.