Decoran cada bañera infantil desde siempre. A veces acompañan la vida familiar durante tanto tiempo que los chicos ya no son tan chicos. Hablamos de los juguetes de plastico y goma que están en las bañeras, que fueron objeto de un reciente estudio de investigadores suizos y estadounidenses, con resultados poco alentadores. Un comunicado titulado "Los patitos feos del baño", publicado el martes por el Consejo Federal Suizo, detalla sus conclusiones: cualquier objeto de plástico sumergido en un líquido ya contaminado por nuestras abluciones se convierte en una verdadera bomba de bacterias y hongos.
Un equipo de científicos del Instituto Eawag de Investigación sobre el Agua, de la Escuela Politécnica Federal de Zurich y de la Universidad de Illinois dejaron nueve patos de goma durante once semanas en agua limpia y otro grupo en "agua de baño usada con restos de jabón, suciedad, sudor y bacterias propias del cuerpo humano". Los patos expuestos al agua sucia tenían hongos y el 80% de todos los patos estudiados había desarrollado gérmenes potencialmente patógenos, especialmente legionela y otras bacterias muy resistentes.
El problema proviene sobre todo del interior del juguete, difícil de limpiar. "Cuando el niño aprieta la barriga para hacer salir agua, no es extraño que el chorro tenga un color oscuro", subraya el estudio. "Esto puede ayudar a reforzar las defensas inmunitarias de los niños, ese es el costado positivo", dice el microbiólogo Frederik Hammes, de Eawag. Pero, subraya, "también puede provocar irritaciones de ojos y oídos o infecciones gastrointestinales más problemáticas".
¿Entonces hay que renunciar a los patos en el baño?, se preguntan los investigadores. O bien, como recomienda alguno en internet ¿tapar los orificios de los patitos para que no entre ni salga agua? Según Hammes no hace falta llegar a una solución tan drástica, alcanza con solución más científica: habría que endurecer la reglamentación sobre los polímeros que se utilizan en la fabricación de todos los juguetes destinados al baño.