El incremento casi exponencial en los últimos tiempos, en especial después de la cuarentena obligatoria, de grupos de gym, de runners, de crossfit, o de clases de baile en plazas y parques de la Ciudad de Buenos Aires, convirtieron a estos espacios verdes en gimnasios a cielo abierto.
Así fue como en varias plazas o parques porteños se pueden ver grandes superficies delimitadas con los clásicos conos de colores, cintas, gazebos, pesas y colchonetas.
Si bien por un lado es aconsejable la actividad física, por el otro, el uso sin control del espacio público afecta a quienes no participan de esas prácticas. Pero la situación se torna aún más complicada si se tiene en cuenta que muchos de los “profes” que están al frente de estos grupos no cuentan con la habilitación correspondiente, o experiencia, para desarrollarla. Por otro lado, tampoco establecen medidas de seguridad, ya que por lo general no piden los certificados médicos (apto físico), poniendo así en riesgo la vida de sus alumnos.
Muchos de los “profes” no cuentan con la habilitación correspondiente, o experiencia ni establecen medidas de seguridad poniendo en riesgo la vida de sus alumnos.
En este caso, el abogado Juan Bautista Torres López aseguró que “la ocupación del espacio público por parte de personas que organizan actividades físicas, sean profesionales o no, implica su responsabilidad. Salvo excepciones puntuales como un caso fortuito, de fuerza mayor, culpa de la propia víctima o de un tercero, los organizadores son quienes responden ante cualquier problema que sufra alguno de los integrantes del grupo”, explicó.
Si bien en 2017 se presentó en la Legislatura porteña un proyecto de ley que pretendía regular la actividad de los profesores y entrenadores en el espacio público, la iniciativa no prosperó.
“Hay mucha improvisación en esta actividad, y no está bien que esto suceda”, aseguró Gabriel Mariño, profesor del equipo de corredores Green City Entrenamiento, ante la consulta de PERFIL. “Varios se aventuran a dar clases sin el conocimiento ni la experiencia que se requiere para estar al frente de un equipo de entrenamiento. Tampoco tienen, por ejemplo, conocimientos básicos de primeros auxilios o de animación cardiorrespiratoria (RCP) que pueden aplicarse ante la descompensación de alguno de sus integrantes”, agregó el instructor.
En este sentido, Norberto Debbag, médico deportólogo y cardiólogo, señaló: “Es fundamental la consulta médica antes de encarar cualquier activad física, en especial, después de los meses de cuarentena estricta. En ese tiempo se potenció el sedentarismo, las personas aumentaron de peso y declinaron hacerse chequeos por miedo a contagiarse de covid-19”. “El regreso a la actividad física debe ser progresivo y controlado, sobre todo teniendo en cuenta que después de los 35 años la enfermedad coronaria es una de las principales causas de muerte súbita durante la actividad física”, completó el médico cardiólogo.
“Es fundamental la consulta médica antes de encarar cualquier activad física, en especial, después de los meses de cuarentena estricta".
“En nuestro caso, por ejemplo, el primer requisito a la hora de incorporar un integrante es pedir el apto físico. Tiene que traerlo durante el primer mes de actividad. Además de ser una medida de seguridad, es una forma de ‘obligarlo’ a ir al médico”, aseguró Mariño.
Zumba y bachata en las plazas
Más allá de las clases de gym, una situación similar se dio con las clases de zumba o bachata en plazas y parques de la ciudad. En este caso, además de delimitar el espacio público, los “profes” agregan un componente: el volumen de la música que utilizan a la hora de enseñar a bailar.
Como era de esperar, los reclamos de los vecinos están a la orden del día y, en algunos casos, hasta con denuncia policial. “En la plaza Manzana 66, por ejemplo, se reúnen al mismo tiempo hasta seis grupos de gym. Mientras que las clases de bachata empiezan a las 23 y duran hasta la madrugada”, indicó Alberto Aguilera, coordinador de la Red de Vecinos de la Manzana 66. “Los vecinos que viven frente a la plaza no pueden abrir las ventanas ni salir a los balcones por el ruido que se genera cuando se dan las clases. Si bien nos parece correcto la actividad física y recreativa, debería regularse el uso del espacio público y evitar así la superposición de grupos de gym”, señaló.
Desde la Ciudad, en tanto, aseguraron estar atentos a las actividades que se desarrollan en los espacios verdes. “El espacio público es un lugar de libre acceso y uso colectivo. La pandemia nos llevó a repensar el uso del espacio público y buscar la manera de mediar para que más cantidad de personas disfruten de la vida al aire libre realizando actividades de manera ordenada y eficiente”, afirmaron desde el Gobierno porteño.
En este sentido, señalaron que “se está diseñando un registro para identificar todas las actividades que se desarrollan en el espacio público con el fin de mantenerlo ordenado, y al mismo tiempo, se lleva a cabo un monitoreo de los espacios verdes, con presencia de personal en los parques y plazas, quienes están atentos a fin de solucionar cualquier contingencia. En este sentido, ya se identificaron los 168 espacios verdes en los que más se incrementó el uso por parte de los vecinos y en esos lugares se intensificó la presencia de personal de la Ciudad, con más de 350 concientizadores y más de 150 guardaparques”, señaló, por último, la fuente consultada.
Cómo era la ley que no se trató
En 2017 el legislador porteño Diego de García Vilas (Confianza Pública) presentó en la Legislatura porteña un proyecto de ley que apuntaba a crear un Registro de Entrenadores cuyo fin apuntaba a establecer un ordenamiento en el uso del espacio público y fijar medidas de seguridad para la práctica de deportes al aire libre.
Pese a que el proyecto no prosperó, la iniciativa establecía que los instructores debían tener conocimientos de primeros auxilios y reanimación cardiorrespiratoria (RCP), realizando una capacitación en cursos oficialmente reconocidos por la autoridad de aplicación, con la obligación de ser actualizado cada dos años. Además debían detallar el lugar, los días, los horarios y el tipo de actividad que iban a realizar. Mientras que los alumnos, en tanto, tenían que presentar el certificado de aptitud física oficial. La ley, además, incluía una serie de penalidades a los profesores que incumplían con la norma.
“El objetivo apuntaba a ordenar el uso del espacio público y de la actividad de los instructores, ante la apropiación de parques y plazas porteñas para dar sus clases. Pero la idea, finalmente, no prosperó”, afirmó García Vilas, en su charla con este medio. “Entiendo que se debe encontrar una forma de regular la actividad o determinar algunos lugares para realizarla, sin afectar el bien común que es la plaza o parque. Hay comunas con pocos espacios verdes, los que, de incrementarse estas actividades, afectará a los demás vecinos. El objetivo es que todos puedan disfrutar sin problemas ni superponerse actividades”, señaló, el ahora legislador de Vamos Juntos.