“Mi sueño es trabajar como modelo, pero no quiero ser una de las que posa y no sabe ni lo que lleva puesto”, admite Carla Murano, de 19 años. Con esa idea en mente, viajó desde su Chubut natal a Buenos Aires para anotarse en la facultad y salir con un certificado universitario de Modelo Profesional. Además de estudiar psicología en paralelo, cuenta que una de las cosas que más le gustan del modelaje es la posibilidad de “llamar la atención”.
También Marianela Antonucci (19), su compañera, se siente atraída por el trabajo en las pasarelas y decidió llevar ese interés a las aulas. “Había empezado a estudiar derecho, después gastronomía y finalmente me anoté acá. Me gustó que hubiera materias teóricas y que fuera en la universidad”, explica. “A mis padres no les sorprendió. Al contrario, están contentos de que estudie”, afirma.
Carla y Marianela son dos de las casi treinta alumnas que conforman un programa universitario de modelo profesional. Es el segundo año que se dicta en la Universidad de Palermo, con la dirección académica de la ex modelo y empresaria Valeria Mazza, y se enmarca dentro de un fenómeno nuevo que pisa cada vez más fuerte en la industria de la moda: lejos de los típicos cursos breves para aprender a caminar, posar y maquillarse, ahora las jóvenes pagan una cuota e incorporan materias teóricas con contenidos de diseño de indumentaria, nutrición, salud, psicología, imagen personal, marketing e historia de la moda.
“Hoy la profesión está muy bastardeada y pareciera que cualquier chica que hace un escándalo puede ser modelo. Por eso quisimos despegarnos de ese perfil y hacer algo con alto contenido académico”, explica Carolina Burnet, coordinadora de actividades extracurriculares de la UP. El plan de estudios incluye cuatro módulos de materias teóricas y cuatro de prácticas de modelaje, como fotografía y pasarela. También realizan desfiles. “Desde mi lugar, entreno a las alumnas para que puedan hablar de los estilos de un diseñador, por ejemplo, y las motivo a adquirir más conocimientos a través de una selección de bibliografía”, aclara Marlene Bielich, diseñadora de indumentaria, que dicta Modelo y Creatividad.
“La vida profesional de una modelo es corta”, repiten alumnas y profesoras como un mantra que deben incorporar. Por eso, todas destacan el estudio para poder ampliar sus oportunidades. Así, Josefina Pediconi (19), combina la cursada con la carrera de diseño de indumentaria. “Como su tiempo es corto, la modelo necesita de la cultura para poder manejarse. Aunque al momento de hacer las fotos no hay diferencia, es muy rico para su vida laboral que tenga conocimientos académicos”, asegura a PERFIL el diseñador Ricky Sarkany, quien dirige una diplomatura online en Comunicación y Marketing de Moda, con la Universidad Siglo 21.
Contrastes. Según Benito Fernández, uno de los íconos del diseño local, la formación académica de las modelos se enmarca en una tendencia a la profesionalización que viene creciendo en los últimos años. “Todos los que antes eran oficios están transformándose en carreras y eso es algo positivo. En el caso de las modelos, suma mucho que estudien, que tengan una cabeza más abierta y sepan cuál es la impronta de cada diseñador, o el concepto de lo que se están poniendo”, advierte.
Para Pancho Dotto, sin embargo, el estudio académico no garantiza el trabajo en las pasarelas. “El físico y el desempeño sigue siendo lo fundamental a la hora de contratar. Tradicionalmente, la formación la dan las mismas agencias: uno es el que se ocupa de mandar a esa persona al nutricionista, al profesor de inglés y a que aprenda expresión corporal, por ejemplo”, señala. “Hay una sobrepoblación de adolescentes que ven al modelaje como una salida profesional”, advierte.