El 2019 se va, pero la crisis climática no. Todo lo contrario, cada vez se profundiza más. Los impactos están a la vista: variaciones extremas en las temperaturas, con inviernos cada año más crudos y veranos más sofocantes.
Este año los incendios en el Amazonas, pero también en algunas regiones de África, Indonesia y actualmente en Australia están demostrando que el planeta literalmente está en llamas. La crisis climática ya está aquí y las acciones para frenarla deben aplicarse de manera urgente.
Los últimos cuatro años fueron los más calurosos registrados gracias al calentamiento global; las sequías e inundaciones aumentan su frecuencia según se avanza con la destrucción de bosques, lo que potencia el calentamiento global y provoca pérdidas económicas, riesgos sanitarios, problemas sociales y graves impactos ambientales. Según FAO, entre 1990 y 2015 Argentina fue uno de los diez países que más deforestó en el mundo: 7,6 millones de hectáreas, el tamaño de la provincia de Entre Ríos.
El Panel Intergubernamental de expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ya advirtió que el tiempo se agota y que los gobiernos del mundo deben tomar acciones urgentes para limitar la temperatura de la tierra por debajo del 1.5ºC.
Sin embargo, un análisis del mismo panel demuestra que, si los líderes del mundo no reducen sus emisiones de gases de efecto invernadero, no podría mantenerse la temperatura de la tierra incluso a 3ºC, lo que haría la vida en el planeta insoportable. Esto implicaría, por ejemplo, que el nivel del mar se elevará cerca de un metro para 2100 y muchos países costeros dejarían de existir. A pesar de estos escenarios drásticos, la vigésimo quinta Cumbre del Clima (COP25) nos ha dejado un sabor amargo. Los líderes mundiales tenían la histórica oportunidad de liderar la mitigación de la actual crisis climática, pero no han respondido en consecuencia.
Las propuestas no estuvieron a la altura de la emergencia climática, y la cumbre terminó con poca ambición. Nunca antes se vio una brecha tan grande entre lo que sucedía en la calle y en el interior de la cumbre: afuera, medio millón de personas -en su mayoría jóvenes- pedían de manera enérgica y vibrante por acciones inmediatas contra el cambio climático. Adentro, se vivió una de las cumbres más tibias en años.
En tiempos donde la crisis climática está en boca de todos, no podemos permitir que sean sólo eso, palabras tibias que se emiten como parte de discursos bonitos pero vacíos. La crisis climática debe impulsar a la acción a aquellos que tienen el poder de generar el cambio. Los líderes del mundo deben dejar de dar vueltas y asumir realmente la responsabilidad de mantener la temperatura por debajo de los 1.5ºC.
En esta ocasión y una vez más, los gobiernos han defraudado al mundo. Ignoraron a la ciencia y al pedido de los ciudadanos. Si continúan con políticas que promuevan la deforestación y la explotación de más reservas de petróleo, gas y carbón, condenarán al planeta a impactos climáticos devastadores. Acelerar la transición hacia energías limpias y renovables es más urgente que nunca. Es tiempo de que los líderes del mundo empiecen a darnos razones para creer que el cambio es posible.
* Directora de programas de Greenpeace Andino