“Tenés en tus manos un regalo. Este libro es tuyo para hacer lo que quieras. Leelo, compartilo, conservalo, y que siga su camino”. Así reza un mensaje en la portada de un libro abandonado en plena calle. No se trata de un olvido: alguien lo liberó allí para que otra persona lo encuentre, lo lea, y a su vez vuelva a soltarlo en otro sitio. Se trata del bookcrossing, un movimiento para compartir literatura que comenzó en Estados Unidos, se volvió popular en Europa y hoy tiene en Argentina más de 3 mil participantes registrados.
Para Valeria Bono, miembro del grupo –con el que se reúne todos los meses en cafés de Buenos Aires–, “los libros tienen que ser libres, encontrar su propio camino y nuevos lectores. Es triste tener en casa una biblioteca repleta que no se va a volver a leer”. Por eso, sigue al pie de la letra el manual de “beceros”, como se llaman a sí mismos los seguidores del movimiento: registra cada libro que llega a sus manos con un código en el sitio Bookcrossing.com, escribe un comentario y anuncia cuándo y dónde va a liberarlo nuevamente. “Podemos entregárselo a otra persona en una liberación controlada o ‘en la jungla’, es decir, en cualquier espacio público, como un banco de plaza, una cafetería o el colectivo”, indica.
Encontrar un libro “en la jungla” es uno de los atractivos máximos para los beceros, aunque también uno de los más difíciles. “Las personas desconfían, y una vez que dejás un ejemplar suelto, el 90% de las veces le perdés el rastro. Es como tirar una botella al mar con un mensaje. A veces, después de tres o cuatro años te llega un mensaje anunciando que alguien lo tiene”, cuenta Mariana, de Córdoba. Y los viajes son momentos ideales para hacer sueltas de libros. Por eso, en París, sobre la tumba de Cortázar, decidió liberar uno de su autoría. “Lo cazó una persona de Colombia ese mismo día, lo registró y volvió a dejarlo en otro lado. Es genial ir siguiendo la historia de tu libro, ver todas las manos por las que pasó”, señala.
Para cazar nuevos ejemplares, en la página web del movimiento hay una lista de países, y en rojo pueden verse las ciudades donde hay liberaciones. A veces los beceros emprenden una búsqueda del tesoro, para hallar ese ejemplar perdido. Los hay de cualquier género, en varios idiomas, clásicos, de culto y hasta infantiles. “Es una forma ideal de conocer nuevos autores”, dice Gabriel, de Buenos Aires. El astrólogo y el sultán, de Orhan Pamuk, encabeza el ranking de libros más viajeros del país, con 21 personas que escribieron en su “bitácora” online.
Comunidad. En Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Tandil se organizan reuniones periódicas, en las que los beceros llevan libros para intercambiar. Se conocen por sus nombres de usuario y ya forman grupos, con edades desde los 25 hasta 70 años.
También llevan celebrados cuatro encuentros nacionales, a los que llevan remeras que los identifican y donde hacen liberaciones masivas, que difunden el bookcrossing entre los curiosos. Según concluye Marcelo, becero de Rosario y el que más ejemplares liberó en el país, “esto es distinto a vender un libro usado. Lo liberamos para que haga vida propia, y queremos conocer la experiencia de sus nuevos lectores. El libro es como un ser viviente: hacer su seguimiento equivale a describir la historia de una persona”.
Encuentros en el mundo
Con participantes en más de 130 países, uno de los atractivos del bookcrossing es conocer a otras personas con las mismas inquietudes. Por eso, Marilina Bilotta, de Buenos Aires, hizo coincidir su viaje a Irlanda en 2012 para asistir a un encuentro mundial de bookcrossing, con un “buffet” de libros libres y actividades para los miembros.
En Europa, la actividad es más popular y hay registrados más de 70 mil usuarios en Alemania, 44 mil en España y 24 mil en Francia. Estados Unidos lleva la delantera, con 350 mil. Incluso, en las calles de Berlín se ven cabinas telefónicas convertidas en bibliotecas, repletas de libros para que otros transeúntes adopten. Luego de cada encuentro, los beceros eligen el país destino para organizar su próxima reunión global.
“En estos encuentros uno se siente acompañado en una lectura diferente. Es difícil hablar de un libro y que la otra persona lo haya leído. Acá podemos recibir distintas miradas”, subraya Daniel, becero de Buenos Aires.