"Al principio eran como días extras de vacaciones, pero ahora lo sufre. Extraña a su maestra, a sus compañeros. Lo charlé con su psicopedagogo para que me ayude a contenerla y me dijo que son síntomas de estrés”, dice Marisa Armenta, mamá de Antonella, de 6 años, que esperaba comenzar primer grado en una escuela pública en Lomas del Mirador. Y agrega: “Ella tiene atención psicológica por otras cuestiones, pero ahora la situación del paro se suma a sus problemas. Está nerviosa al ver que otros nenes, de escuelas privadas, pasan por casa con las mochilas y ella aún no estrenó sus útiles”, afirma.
El de Flavia Barreyro es otro caso en el que una madre se preocupa por su hija. Milagros es alumna de una escuela provincial de Mar del Plata pero aún no tiene clases. "La veo enojada, no entiende por qué no puede ir a la escuela. Entiendo el reclamo, pero no comparto que se afecte así a los chicos", cuenta.
El estrés golpea a los chicos y, según los expertos, estas tres semanas sin clases están afectando a los estudiantes de las escuelas públicas que llevan 13 días en sus casas. "El estrés infantil es un conjunto de reacciones tanto a nivel biológico como psicológico, que se producen por ciertas situaciones que el niño no puede controlar, alterando su equilibrio general”, explica la licenciada en psicología Laura Joselevich. A su vez, afirma que la infancia es un período que se caracteriza por cambios y adaptaciones y son justamente esas situaciones las que producen ansiedad y estrés.
"Si en pleno desarrollo del ciclo lectivo se interrumpen las clases o, como en este caso, no comienzan, se produce un cambio abrupto, lo que generará en el niño conductas diferentes. Además, el factor de estrés está presente en la familia, que debe administrar el tiempo de un modo diferente, y el niño internaliza el nerviosismo, la tensión y el estrés de los papás", detalla Joselevich.
La preocupación de los padres no sólo pasa por dónde o con quién se quedan sus hijos, sino también por cómo harán para recuperar el tiempo perdido, si eso es posible. "Me ocupo de darles tarea para que no pierdan el ritmo y no les cueste tanto volver al aula", dice Carla Medina, de San Justo. Sobre eso, la licenciada Adriana López, del centro psicológico Momento Cero, sugiere que los papás dialoguen con sus hijos y les cuenten las razones por las que no comienzan las clases, ya que ellos son parte indispensable del proceso de educación y por ende están involucrados en el conflicto.
"El explicar tranquiliza y da sentido a lo que sucede y a lo que se siente. La manera en que lo expresemos dependerá de la edad del niño: con los chiquitos podemos hacer un paralelo con una pelea de ellos con otro niño. Con los grandes, incluir otros conceptos, incluso incentivarlos a leer noticias sobre el tema”, sostiene López.
Lo cierto es que al comenzar las clases se reanudan las rutinas en la casa que favorecen la organización en los niños. Y el retraso puede generar cambios anímicos. "La rutina otorga confianza y seguridad porque ellos pueden prepararse para lo que viene. Padres e hijos se preparan para comenzar en una fecha acordada, compran los útiles...", dice la especialista. Y continúa: "En general, los niños esperan con entusiasmo el encuentro con sus compañeros. Al retomar las clases se espera que necesiten un tiempo de adaptación, propio de cualquier inicio luego de las vacaciones", agrega