“Nos conocimos por Internet dos años antes del Mundial, y hablábamos de vez en cuando. Hasta que Matías vino el año pasado a Rusia para alentar a Argentina y nos vimos por primera vez. Caminamos por Moscú durante unos días y nos enamoramos. Y a los pocos meses decidí irme a vivir con él”. Así, María Khramova, una rusa de 29 años, cuenta cómo el Mundial de Fútbol fue el flechazo en su historia de amor, que empezó a distancia, se materializó en Rusia, y hoy sigue en Argentina.
Moret había quedado con un amigo que viajarían a la Copa del Mundo, por lo que ahorró para llegar, sabiendo que allí no solo iría a ver los partidos de la Selección argentina: también quería ir a conocer personalmente a Khramova, después de dos años de conversaciones virtuales.
“Al principio estaba muy nervioso, porque hablábamos en un inglés bastante rudimentario”, recuerda sobre esos primeros momentos de la pareja, que se consolidó en San Petersburgo, la ciudad favorita de Khramova, que tanto en su país, como acá, trabaja como tatuadora e ilustradora.
“Cuando terminó el Mundial Mati se tuvo que volver a la Argentina. Ahí nos empezamos a extrañar mucho, pero yo no quería viajar, porque le tengo fobia a los aviones. Hasta que en septiembre por fin me animé”, aporta la joven rusa sobre su decisión de mudarse a Buenos Aires; ante la insistencia de Matías, para sorpresa de amigos y familiares.
Ya instalada, lo que más le gusta del país, dice, es la arquitectura de la Ciudad, la mentalidad abierta de las personas, y, no podía faltar, el asado. “Es lo mejor que he comido en mi vida”, dice. Y si bien cree que en Argentina se vive peor que en Rusia, “acá la gente no teme reclamar por sus derechos, son amables y muy abiertos, a pesar de los problemas económicos”.
Pero su historia de encuentros y reencuentros no fue la única que dejó el Mundial de Rusia. Otra caso es el de Natalia Fatkulina, otra joven rusa de 29 años, y el argentino Fernando Simonetti. “Nos conocimos en 2016, durante unas vacaciones en Nueva York. Aunque ella ahí estaba de novia”, cuenta Simonetti sobre la primera vez que se vieron con quien luego de un tiempo sería su novia. Fatkulina terminó la relación que tenía en ese entonces y empezó a salir con el argentino, con quien había mantenido relación por las redes sociales, aunque a distancia. Hasta que él la visitó en Rusia, durante el Mundial, adonde viajó casi como una excusa para ir a verla, porque –admite–, ni siquiera es tan fanático del fútbol.
“Mucha gente no creía en nuestra relación a distancia. Pero mi familia vio que yo quería acortar las distancias y la mejor forma era buscando un lugar neutral. Y eso hicimos. Para irme a Rusia dejé todo por ella, mi laburo, vendí el auto, ahorré. Fue una apuesta, y nos llevamos muy bien. Seguimos apostando en esta relación”, cuenta Simonetti, que se quedó dos meses allá, recorriendo Moscú con la familia de su novia, hasta que decidieron volverse a la Argentina, juntos. El traductor de Google fue su aliado durante todo el viaje para generar una buena relación con sus suegros, que no hablan inglés.
Entre ellos conversan en inglés, aunque ella entiende español y cada vez lo habla más en la casa de ambos. “Lo único que no me gusta de la Argentina es la inseguridad. Pero las personas son muy amigables y de buen corazón; y me encanta el asado y la pizza”.