La doble vida del ingeniero Claudio Miguel Borro llegó a su fin cuando una investigación lo dejó en evidencia. No tenía escapatoria. Sus víctimas lo señalaron en rueda de reconocimiento, las cámaras de seguridad lo registraron merodeando en la zona de los countries de Tigre y los cotejos de ADN lo incriminaban. Cerca del juicio oral, el ingeniero decidió terminar con sus dos vidas: la de padre ejemplar y la de violador serial. Se ahorcó con una sábana en el penal de Campana donde estaba detenido.
Hasta hace nueve meses, Borro era gerente de planta de una importante empresa y un respetable padre de familia. Esa era su cara pública. Detrás se ocultaba un hombre capaz de engañar a mujeres para abusar de ellas.
El ingeniero cumplía prisión preventiva acusado de haber violado a ocho mujeres, la mayoría empleadas domésticas de countries del partido de Tigre. El jueves, cerca de las 17, apareció colgado de una sábana. “Fue un claro suicidio”, dijeron voceros judiciales. El médico que levantó el cuerpo no observó indicios de violencia.
Las víctimas –siete fueron empleadas domésticas y una trabajadora de una panadería–, fueron quienes revelaron el modus operandi del agresor sexual: con su auto Honda Fit blanco, el imputado les ofrecía acercarlas hasta sus trabajos en countries de Tigre, entre ellos, Las Glorias, San Marco y Valle Claro.
Las mujeres aceptaban pero una vez que abordaban el auto, el ingeniero se desviaba del camino, las amenazaba con un arma y las obligaba a practicarle sexo oral. Luego, las abandonaba. “Creemos que antes del horario de entrada a la empresa cometía los abusos”, afirmaron fuentes de la investigación a PERFIL.
El ingeniero no elegía sus víctimas al azar. Sus “mujeres” eran jóvenes, de entre 20 y 30 años, de condición humilde que trabajaban en la zona. “¿Te alcanzo?”, les preguntaba, y muchas de ellas caían en su trampa.
“La distancia que existe entre las paradas de colectivos que están en la Panamericana y los barrios privados son largas. Por eso es habitual que los conductores alcancen a las chicas. De hecho, ellas mismas hacen dedo”, explicó un vocero policial.
El abusador era gerente de planta en la empresa de construcción Hormetal, donde trabajaba desde 2010. Tenía un hijo adolescente de un matrimonio anterior y, al momento de ser detenido, estaba en pareja con una mujer que estaba embarazada de siete semanas.
La última de sus víctimas fue una chica de 19 años. “¿Querés que te alcance, yo voy para allá?”, le dijo a la joven –con aparente amabilidad– en el cruce de Corsini y Misiones, en Benavídez.
A dos cuadras, según consta en la denuncia del 1º de octubre de 2012, el agresor cerró todos los seguros del auto y la obligó a tener sexo con él, valiéndose de un arma y un golpe de puño. Fue el principio del fin para Borro. La joven lo denunció y aportó a la policía la patente del vehículo. En ese mismo radio ya se habían denunciado otros siete casos.
Los investigadores identificaron el vehículo y al conductor en las cámaras de seguridad del municipio. La noche siguiente, la policía lo interceptó antes de llegar a su domicilio de Maquinista Savio, en el partido de Escobar.
Desesperado, ofreció 30 mil dólares a los uniformados y hasta prometió no volver a Benavídez. Aceptó su responsabilidad “a viva voz” pero no quería que su mujer, por ese entonces embarazada, y su familia conocieran su lado oscuro. No resultó y terminó preso.
Borro soportó nueve meses encerrado pero con su muerte, la acción penal queda extinta. En los próximos días la causa que lo tenía como imputado y en la que por la sumatoria de hechos podría haber sido condenado a una pena de hasta 50 años de cárcel, quedará archivada.