SOCIEDAD
Efemérides 25 de octubre

El Obelisco de Luxor llegó a París tras vencer 18 meses de maldiciones faraónicas

Como prenda de amistad, Francia le pidió a Egipto que le regalara los dos obeliscos que precedían el ingreso al templo sagrado de Luxor. Llevar el primero hasta donde está hoy, en la Plaza de la Concordia, fue tan desventurado que no quisieron ir a buscar el segundo y Francia les devolvió el favor regalándole un reloj que no funcionaba..

Obelisco de Luxor 20221024
Obelisco de Luxor, Egipto le regaló a Francia el 25 de octubre de 1836; la Plaza de la Concorde. | Shutterstock

Pocos países son tan buenos para hacer negocios como Francia. El 25 de octubre de 1836 el gobierno francés instaló en la célebre Plaza de la Concordia (Place de la Concorde) un inmenso Obelisco transportado desde Luxor, el corazón mismo del Imperio Egipcio.

Francia agradeció el gesto de la nación africana que a Napoleón Bonaparte se le había escapado de las manos, con un reloj que se exhibe en una de las torres de la Mezquita de Alabrastro, dentro de la Ciudadela de Saladino, uno de los destinos turísticos más visitados de El Cairo.

El reloj que les prometió Carlos X, el último monarca Borbón, sin embargo, tardó diez años (1845) en llegar a su nuevo destino egipcio y, cuando por fin fue montado en la torre (1846), no funcionaba y nunca funcionó. Los franceses se excusaron argumentando que se habría dañado en el viaje.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite
Obelisco de Luxor 20221024
El Obelisco de Luxor en la Plaza de la Concordia, París.

El Obelisco de Luxor

Mientras tanto, en 1836, la prensa francesa cubría con grandes titulares “el sello de la amistad entre Francia y Egipto”. Para Luis Felipe I, primo del guillotinado Luis XVI (1793), era muy importante emplazar el obelisco en un lugar “neutral” y eligió la Plaza de la Concordia.

Lugar emblemático si los hay, en la Plaza de la Concordia había corrido mucha sangre de todos los bandos, tanto de la monarquía como de los revolucionarios. Por allí rodaron la cabezas de la reina María Antonieta, la del duque de Orleans, los diputados girondinos (Jacques Pierre Brissot, Nicolás de Condorcet etc) y la del propio Maximiliano Robespierre.

Obelisco de Luxor 20221024
Ambos obeliscos escoltaban el infreso al Templo de Luxor. El egiptólogo Champollion eligió llevar el de la derecha y quedó un vacío arquitectónico, histórico y turístico imposible de llenar.

Para “limpiar” el lugar, Luis Felipe hizo sacar el monumento al ex rey Luis XVI y también lo que quedaba de una estatua ecuestre de su antecesor, Carlos X, a quien la revolución de 1830 había expulsado del trono. Con ganas de mostrarse a favor de la burguesía y la industrialización del país, el rey eligió emplazar en el corazón geográfico de París un monumento que no encolerizara a nadie, que recordara la grandeza de Francia en un lugar tan simbólico para todos sus compatriotas.

Y si todavía sorprende que en 1626, sólo le hubiera costado US$ 24 a Peter Minuit, gobernador de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, comprar Manhattan a los aborígenes, esas cosas siguieron pasando dos siglos más tarde.

Obelisco de Luxor 20221024

El Egipto de los faraones

Francia apuntó a Egipto por varias razones. Desde 1827, los emisarios de Carlos X venían conversando con Muhammad Alí, el virrey de Egipto también conocido como Mehmet Ali, para contar con su apoyo bélico y estratégico en la invasión a Argelia, hecho que no sucedió hasta 1830 y sin contar con ayuda del vecino.

A fuerza de cañonazos, el aguerrido turco Muhammad Alí, había duplicado la superficie egipcia, se había lanzado a la conquista de varios puntos griegos, tenía los pies sobre dos estratégicos enclaves árabes (Medina y La Meca) y buscaba controlar el comercio hacia Arabia. Es decir, no había accedido al pedido francés para no desairar a sus históricos aliados británicos (y le interesaba más conquistar Siria), pero tampoco quería desairarlos.

Entonces, Muhammad Alí accedió sin más vueltas al pedido del cónsul francés Bernardino Drovetti, de que Egipto cediera a su país una “prenda de unión y paz”.

El ingeniero Armand Florimond Mimerel fue el encargado de elegir un monumento y apuntó a una pieza arqueológica de valor incalculable para el Mundo Antiguo: la ciudad sagrada de Luxor, que fue capital egipcia durante 1500 años. Llevar una pirámide sería demasiado, pero con los dos obeliscos erigidos por Ramsés II en el siglo XIII antes de Cristo, que presidían el ingreso al Templo, darían por cerrado el trato.

Pirámides de Egipto: un equipo de arqueólogos reveló quiénes las construyeron

El Obeslisco de Luxor tiene un mellizo

Luis Felipe I encomendó a Jean François Champollion (el intérprete de la famosa Rosetta) que eligiera cuál de los dos obeliscos que presidían el ingreso al templo trasladarían primero y el egiptólogo señaló el de la derecha, porque “el piramidión que lo corona está intacto”.

Obelisco de Luxor 20221024

Fue tan titánica la empresa de llevarse la obra de arte construida con granito rosa de Asuán, que el segundo ni siquiera fueron a buscarlo y el presidente François Mitterrand renunció formalmente al “regalo” egipcio para dar por cerrado el tema.

Obelisco de Luxor 20221024

De 23 metros de altura y 222 toneladas de peso, había que sumarle 240 toneladas del pedestal, que también se llevaron. Llegaron a buen puerto en tamaña empresa fue como desafiar la maldición de los faraones del Antiguo Egipto.

Mezquita de Alabastro en El Cairo
La Mezquita de Alabastro fue mandada a construir por Muhammad Alí en honor a su hijo fallecido; allí colgó el reloj regalado por Francia, que nunca dio las horas.

Vencer las maldiciones

El ingeniero naval Mimerel mandó construir un buque especial con cinco quillas y una proa desmontable, para llevarse el tesoro egipcio. Una vez listo, el Louxor zarpó del puerto mediterráneo de Tolón en abril de 1832. Ya en la costa de Egipto, remontó el Nilo hasta meterse en un canal que 300 campesinos habían cavado para que el barco llegara casi al lado de la delicada pieza. Recién a mediados de diciembre pudieron subirlo al barco plano sin hacerle el mínimo rasguño. Sin embargo, el Louxor tuvo que esperar ocho meses que el río creciera para que la corriente lo devolviera hasta el puerto de Alejandría.

La maldición seguía su curso. Luego de sortear los bancos de arena que impedían acceder al mar, el capitán debió esperar que amainaran las tormentas invernales de viento y finalmente, el 1 de abril de 1833, un año después de haber zarpado de Francia, la quilla del Louxor volvía a salpicarse con las aguas esperanzadoras del Mediterráneo.

Fue preciso que una corbeta a vapor y con velas lo remolcara durante 40 días cruzando el preciado tesoro hacia Europa. Casi a paso de hombre, llegaron al puerto de Tolón, el 11 de mayo y a París, el 23 de diciembre, luego de haber rodeado la Península Ibérica y desembocado en el río Sena desde Ruán. Ya en su destino, acostaron el obelisco sobre el parque de Cours-la-Reine, que escolta el río de París con una arbolada que llega hasta enfrente de la Plaza de la Concordia, en el distrito VIII de la ciudad.

París, 25 de octubre

Unos meses antes, el 25 de junio, el rey Luis Felipe I había sufrido un intento de magnicidio en Allibaud y no quiso mostrarse en público, pero siguió todo el operativo-instalación agazapado desde las ventanas del Hôtel de la Marine.

Tenía pánico de que la maldición de los faraones terminara con el obelisco en el piso y se hiciera pedazos como su reinado, un símbolo que su contemporáneo Gustave Flaubert no hubiera desaprovechado en alguna de sus novelas.

Finalmente sus temores no se cumplieron entonces y el 25 de octubre, elevadores y cabrestantes descomunales pusieron de pie al gigante egipcio, con toda la pompa y circunstancia que ameritaba la proeza.

En el preciso instante en que la base de la joya egipcia acariciaba el suelo galo, el rey no pudo contener su emoción y asomó por el balcón del Hotel acompañado de la familia real, un gesto que la prensa consideró armado frente a la multitud presente.

El pedestal que es la base del obelisco narra la epopeya de cómo la obra escultórica se trasladó hasta Francia.

Luxor tiene un obelisco menos

Hasta el día de hoy, al visitar la tierra egipcia se siente un escalofrío recordando esta historia imperdonable. Hay un obelisco menos, un vacío en Luxor, ex Tebas, la segunda capital que tuvo Egipto después de Menfis, esa misma ciudad mítica de su homófono griego en la que el Rey Edipo se arrancó los ojos para no ver las atrocidades que había cometido en su vida, arrastrado por su propio destino. 

El Obelisco de Luxor fue declarado Monumento Histórico de Francia en 1937 y esa presencia oriental en una ciudad tan occidental no deja de sorprender a ningún viajero.

El reloj que Francia le envió a Egipto también tiene un mellizo, el que se encuentra en el Palacio de Justicia de Parìs, sobre el Boulevard du Palais. Ese sí funciona y data de 1370. Fue el primer reloj público de la capital de Francia.

La Mezquita de Alabrastro, inspirada en la Mezquita Nueva de Estambul, fue construida entre 1830 y 1857 por Muhammad Ali en memoria de su hijo mayor, que había muerto en 1816.

Luis Felipe I, que le envió a Egipto un reloj roto, terminó siendo el último rey que tuvo Francia, cuando en 1848, una revuelta popular puso punto final a la monarquía y dio comienzo a la Segunda República.