Alejandro Pablo Balatti tenía un día normal, casi como todos. Llevaba a toda velocidad una caja a Retiro por la zona del puerto cuando el grito de una voz que no reconoció bien lo interrumpió: “¡Eh, moto, moto!”, sintió y pensó que se le había caído el paquete. Pero estaba equivocado: era el propio Mauricio Macri que lo corría desde hacía varios metros en busca de transporte.
Lo hizo parar, se subió y juntos emprendieron una travesía de casi 15 minutos que arrancó en la zona del puerto y terminó en los tribunales de Comodoro Py, donde el jefe de Gobierno tenía una audiencia por la causa de las escuchas, a la que no llegaba a tiempo por la maraña de tránsito en la zona. Sus custodios sólo alcanzaron a tomar la patente de la moto justo después de que Macri se subiera.
“Fue una travesía, yo quería que termine rápido porque estaba nervioso, en diez años fue lo más loco que viví”, recuerda Balatti y confiesa que varias veces descuidó la calle y el manubrio de su moto cuando se daba vuelta y le confesaba al jefe de Gobierno: “Mauricio, nadie me va a creer que te llevé”. La respuesta fue siempre la misma: “Mirá para adelante porque si no, no se lo vas a poder contar a nadie”, bromeaba Mauricio mientras, agarradito de los hombros de Alejandro, le pedía que manejara bien.
“Mauricio se quejaba por los baches, porque la moto saltaba mucho, creo que tuvo un poco de su medicina”, se ríe Balatti, que todavía no puede creer que el jefe de Gobierno lo haya parado en persona en la calle y que, encima, le haya pedido que fuera su chofer.
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