Lea Zajac de Novera se reclina cómodamente en un sillón gris, con las piernas extendidas y cruzadas. Sus codos rozan los apoyabrazos del asiento, dirigiendo una sonrisa ligera y tierna.
En su antebrazo izquierdo, los números 3-3-5-0-2, ligeramente descoloridos, están grabados en la piel de la mujer de 93 años. Estaban tatuados en ella cuando era una adolescente, en Auschwitz.
Su mirada es pesada y concentrada, y sus ojos se encuentran con los míos, a pesar de que, técnicamente, ni siquiera está allí.
El Museo del Holocausto de Buenos Aires, ubicado en Montevideo 919 en Recoleta, volverá a abrir al público mañana después de una renovación de dos años.
Con un costo de US$ 4,5 millones, el redesarrollo ha brindado una gran cantidad de exhibiciones innovadoras, especialmente “Dimensiones en el testimonio”, una experiencia interactiva que ya se exhibe en museos selectos de todo el mundo, donde los visitantes pueden interactuar virtualmente con los sobrevivientes de la Shoah.
El primer “testimonio” de este tipo producido en español es el de Lea Zajac de Novera, quien pronto hablará con cientos de miles de visitantes al museo de la Ciudad.
A través de un monitor pixelado, tecnología inteligente y la humanidad compasiva de Lea, los visitantes pueden interactuar con ella directamente, cara a cara de manera digital.
“¿De dónde eres?”, le pregunto. Un micrófono, situado en la parte superior de un atril frente a Lea, traduce las ondas sonoras en puntos de datos que activan las respuestas pregrabadas. “Nací en Polonia. Diciembre de 1926”, responde ella.
Toda la historia del sobreviviente –según lo dicho por Lea– está esperando a los visitantes, como un libro de historia sin abrir. El mismo día en que Lea iba a comenzar la escuela secundaria, Alemania invadió Polonia.
Poco después, Lea y su familia fueron confinados en el gueto de Pruzany, cerca de Bialystock, donde el hambre y la enfermedad eran feroces. Después de dos años de vivir en esas condiciones, Lea y su familia fueron trasladados en trenes y enviados al campo de concentración de Auschwitz.
Cuando llegó, su familia entera fue enviada a las cámaras de gas, pero Lea se salvó porque era joven y apta para el trabajo.
Posteriormente cuando los nazis evacuaron el campo y enviaron a Lea a una muerte segura donde muchos de sus compañeros prisioneros se congelaron o murieron de hambre, ella pudo sobrevivir y escapó a la Argentina en el año 1947.