“Hagan lo que hagan no van a pasar, así que no se alteren ni nos traigan problemas”, desafió el guardia a una pareja de bailarines de tango de Córdoba en la sala de espera de Retornados del Aeropuerto de Barcelona. Comenzaban para ellos horas de encierro y angustia que deberían vivir por ser “peligrosos” y no tener la “carta de invitación” de un residente de ese país. Esta es la historia de Walter Vergara y María Silvia Alvarez y su frustrada visita a España, en noviembre de 2007.
“Viajamos para darle una sorpresa a mi hermano Hugo, que es residente español y estaba por casarse en Barcelona el 19 de noviembre”, explica Walter. La idea de sorprenderlo en la noche de su boda fue ocurrencia del español Jordi Jackas Bahi, jefe de Hugo y amigo de la familia Vergara, “quien nos pagó los pasajes, se ocupó de que mi hermano no sospechara de nuestro viaje y nos esperó en el aeropuerto para darnos la bienvenida. Pero todo fue inútil. Jordi, al enterarse, habló con los guardias, les dijo que él se hacía responsable de la invitación, que firmaba lo que fuera necesario, pero fue en vano”, continúa Walter, todavía indignado.
Después de largas horas de espera en el aeropuerto y de asistir a la entrevista donde se pasa lista de los antecedentes personales de los demorados, las profesiones a las que se dedican, cuánta plata tienen, propiedades en Argentina, entre otras cosas, los llevaron a “un hospedaje” donde podrían “bañarse y descansar”, ironiza el bailarín cordobés al recordar la mentira que recibió de otro guardia con respecto a la sala de Retornados, donde tuvieron que dormir “encerrados bajo llave, con las luces apagadas, donde había un baño sucio, sin toallas ni jabón, camas que no tenían sábanas y estaban manchadas con restos de vómito y sangre, y con un teléfono sin salida al exterior”.