Buenos Aires es una de las ciudades más afectas del mundo a las disciplinas psicológicas, donde durante décadas sus ciudadanos crecieron al amparo de un verdadero ejército de psicólogos con la misión de proteger el equilibrio mental de la metrópoli. Es así que existe una generación de porteños de clase media, media-alta que no superan los 30 años de edad y que, prácticamente, han sido criados en un diván.
Para algunos que acumulan más de una década de terapia, mantener el espacio con el terapeuta se ha convertido en una actividad estable, sin perspectivas de alta, informó hoy el diario Perfil.
Un caso es el de Alvaro Ramírez, de 24 años de vida y 17 de trayectoria en terapia. Pasó por varios profesionales porque le costaba establecer una buena relación terapéutica y hoy asegura que la terapia fue una “buena muleta” en su momento. Pero aún así se rehúsa a dejar las sesiones semanales. “Mientras tenga conflictos en la cabeza que no puedo resolver de manera independiente, voy a seguir yendo al psicólogo”, afirma.
Alvaro no es una excepción. Según un estudio de la Universidad de Psicología de la UBA, actualmente la ciudad cuenta con más de 24 mil psicólogos, cifra que implica unos 791 profesionales cada 100.000 habitantes. Y aunque no existen datos certeros, se sabe que gran parte de la población se analiza regularmente en hospitales, clínicas o en forma privada.