Los primeros días en prisión son los más difíciles. Los más duros. Y los más largos. El cura Julio César Grassi (59) atraviesa la etapa de adaptación, que incluye una serie de entrevistas con psicólogos y psiquiatras que tienen como objetivo trazar su perfil y definir la estrategia para que el período de iniciación carcelaria no sea tan violento.
Por estas horas, Grassi ocupa parte de su tiempo en cuestiones de rutina. No obstante, en estos primeros cuatro días recibió a dos de sus cuatro hermanos y habló personalmente con el capellán de Campana, quien estará a su lado mientras dure su estadía en prisión.
Según fuentes consultadas por PERFIL, el cura fue alojado en el pabellón seis de la Unidad Penitenciaria N° 41 –que actualmente alberga a cerca de 500 presos– junto a otros treinta detenidos más, muchos de ellos acusados por delitos contra la integridad sexual. El dato es que uno de sus compañeros es otro cura de la Iglesia Católica: el párroco José Antonio Mercau, condenado a catorce años de prisión por abusar de cuatro menores.
Mercau es más joven que Grassi: tiene 57 años y pertenece a la diócesis de San Isidro. Al igual que el fundador de Felices los Niños tenía a su cargo decenas de chicos que llegaban al Hogar San Juan Diego, en la localidad de El Talar de Pacheco, víctimas de maltrato o abandono.
La causa contra Mercau avanzó mucho más rápido que el expediente Grassi. En el año 2005, cuatro menores de 11 a 14 años lo denunciaron penalmente. Según determinó la Justicia, Mercau primero los seducía y luego los “obligaba o instaba” a mantener relaciones sexuales con él. Seis años después, el cura reconoció su responsabilidad y finalmente fue declarado culpable en un juicio abreviado.
Grassi y Mercau comparten el mismo pabellón pero la relación entre ellos “no sería la mejor”, según confió un vocero consultado por este diario. Otro preso famoso que está en el mismo penal (pero en otro sector) es Carlos Carrascosa, el viudo de María Marta García Belsunce, quien cumple una condena a prisión perpetua, y actualmente conduce un programa de radio. La idea de las autoridades es que el sacerdote pueda sumarse a ese ciclo, pero Grassi todavía no respondió.
Según las fuentes, el pabellón que ocupa Grassi es “de conducta”, por las características de los internos que alberga. Está destinado a presos evangelistas y católicos. Por allí pasaron los otros condenados por el caso Belsunce (John Hurtig, Guillermo Bártoli, Horacio García Belsunce, Juan Gauvry Gordon y Sergio Binello) y José Arce, otro viudo mediático que está siendo juzgado por el crimen de su mujer.
Perdiendo el tiempo. Grassi no está cómodo ni a gusto en la cárcel por una sencilla razón: cree que su detención es una verdadera pérdida de tiempo para la sociedad. “Está caído, deprimido. No logra adaptarse ni se muestra interesado en realizar actividad alguna”, cuenta un vocero consultado. De hecho, rechazó un pedido de entrevista solicitado por PERFIL.
Su rutina carcelaria comienza a las 7.20 de la mañana. A esa hora los guardias ingresan en su sector para realizar el primer recuento del día. De paso dejan rodajas de pan y mate cocido para los que tengan ganas (y ánimo) de desayunar. Si no tiene actividad en otro sector del penal, como mucho podrá caminar por el patio interno que tiene el pabellón. Cerca del mediodía llega el almuerzo y, promediando las 20, la cena.
Los voceros dijeron que Grassi duerme con otros dos presos, en un calabozo que tiene capacidad para seis internos. Como cualquier celda, no tiene muchas comodidades: una mesa con dos banquetas de hormigón ofician de escritorio, y un viejo televisor ofrece la posibilidad de seguir en contacto con el mundo exterior.
El cura, que fue condenado a 15 años de prisión por abuso y corrupción de menores, está preso en la cárcel de Campana desde el martes pasado, cuando llegó proveniente del penal de Ituzaingó y desató una revolución.
La llegada de un preso “mediático” obliga a los carceleros a estar más pendientes de todo lo que el preso pueda necesitar. Aunque nadie lo admita existen diferencias. Saben que cualquier cosa que pueda sucederle a Grassi u otro preso famoso es un escándalo a nivel nacional y un verdadero problema para los directores de la unidad.