No hay familia que no tenga conflictos a la hora de dividir los bienes de un difunto. Lo económico y lo emocional se unen de modo explosivo y las peleas suelen aflorar, muchas veces, de modo irreconciliable. Pero, aún así, según datos de la Cámara Civil, apenas el 15% de la gente realiza testamentos, y manifiesta su última voluntad a través de los mismos.
El caso paradigmático es el de Juan Feliciano Manubens Calvet, un terratiente que murió en 1981, dueño de una suma que rondaría los 500 millones de pesos. Nunca se casó, no se le conoce descendencia y no habría dejado testamento alguno. Su herencia es disputada por 33 sobrinos nietos del millonario y todavía la Justicia no llegó a conclusiones certeras sobre el destino de su fortuna.
Todo esto se habría evitado si Manubens Calvet hubiese hecho un testamento, pero “en Argentina no existe una práctica cultural de pensar la herencia y lo habitual es la sucesión “ab intestato”, o sea que, la ley llama a hacerse cargo a los parientes hasta el cuarto grado”, explica desde el Consejo Argentino de Planificación Sucesoria, el Dr. Leonardo Glikin.