El análisis y tratamiento del período de duelo tuvo una significativa evolución en los últimos años. Los modelos tradicionales sostenían que se trataba de un proceso con un comienzo, desarrollo y final determinados. Negación, ira, resignación, depresión y aceptación fueron, con algunas variantes, las etapas clásicas que plantearon distintos autores en los últimos años.
Hoy, los nuevos conceptos destacan hasta qué punto los factores personales, familiares y culturales son fundamentales y ofrecen un perfil singular a cada duelo. “En realidad – afirma la licenciada en psicología Diana Liberman – el duelo implica un período incierto con un desarrollo que presenta altos y bajos”.
En este marco, adquiere singular importancia el concepto de resiliencia, es decir la habilidad para afrontar situaciones de crisis y superarlas. “Resiliencia es mucho más que sobrevivir, resignarse o sobrellevar la carga. Tampoco es escaparse de la crisis, todo lo contrario, implica hundirse en el fango hasta lo más profundo del pozo y salir fortalecido de la experiencia. Es la facultad que permite, a pesar del dolor, seguir andando, volver a construir y continuar el camino” señala.
La resiliencia se basa en el convencimiento de que la fortaleza individual y también la familiar pueden crearse a partir de la disposición del grupo para timonear la crisis repentina o la aflicción prolongada.
“Los sobrevivientes de un duelo – destaca Liberman - no siempre presentan capacidad de resiliencia. Algunos quedan atrapados en el dolor, en la culpa y en el enojo, con nula posibilidad de salir de esos lugares. Las cualidades resilientes ayudan a curar las heridas dolorosas y a volver a tomar las riendas de la vida”.