El sentido común asegura que si alguien alguna vez fue tímido, lo será para siempre. En los últimos 20 años, con todo, los estudios sobre el comportamiento humano revelaron que la timidez, al contrario de lo que ocurre con el color de ojos, es una característica que puede ser modificada. Un niño inhibido no está condenado a ser un adulto retraído.
Publicada en la revista Current Directions in Phsychological Science, la última investigación sobre el tema aporta pistas acerca de cómo se puede ayudar a los pequeños a vencer las inhibiciones. La llave, según los psicólogos de la Universidad de Maryland, en los EE.UU., está en la relación que establece el chico con su madre (¡siempre ella!).
La mamá juega un papel esencial en la timidez del hijo, para bien o para mal. Ella es la que debe estimularlo para que se haga amigos, pero, al mismo tiempo, debe entender que la timidez, en un grado razonable, no es una enfermedad. Sólo se torna un problema cuando aísla al chico del mundo y corre el riesgo de, en la adolescencia, desarrollar trastornos psiquiátricos como ansiedad y fobia social.
Estudio. Durante cinco años, los investigadores de Maryland observaron a nenes y nenas portadoras de una mutación en el gen 5-HTT que, como se sabe desde hace una década, aumenta la tendencia a la timidez. La primera evaluación se realizó cuando los chicos tenían 2 años. Cuando fueron analizados nuevamente a los 7 años, los especialistas notaron que algunos continuaban retraídos y otros no. Las madres respondieron, entonces, a un cuestionario sobre cómo habían lidiado con la introversión de sus hijos durante ese período. “Las mujeres más solitarias y más estresadas eran las madres de los chicos con mayores dificultades de socialización”, explicó Nathan Fox, uno de los autores del estudio y coordinador del Laboratorio de Desarrollo Infantil de la Universidad de Maryland.
Los resultados del trabajo venían siendo esbozados por otras investigaciones. Una de ellas había constatado que los chicos tímidos, hijos de padres superprotectores, tienen grandes posibilidades de ser adultos retraídos. Por otro lado, los bebés anotados en una guardería en los primeros meses de vida resultaron ser, una vez crecidos, más capaces de vencer la timidez que aquellos que permanecieron en casa con sus madres.
Las señales de que un chico es tímido ya se notan en la cuna. “Los bebés que responden rápido a los estímulos de gente extraña o a las novedades, como un juguete que no conocen, tienden a ser chicos más extrovertidos”, afirma la psicóloga brasileña Ceres Alves de Arauno, profesora de la Pontificia Universidad Católica de San Pablo. “ Los que se muestran más rezagados frente a una situación nueva, tienden a ser más tímidos”, agregó.
Grande, ma. Esta es una escena conocida por todos: delante de un desconocido, el chico tímido se tapa la cara, se agarra de las piernas de su mamá o se esconde detrás de ella.
Como la madre es un modelo de socialización del hijo en los primeros años de vida (mucho más que el padre), es ella la que debe ayudarlo a enfrentar las situaciones incómodas. ¿Cómo se logra? Actuando naturalmente . No hay que pretender que un hijo introvertido se convierta, de un momento a otro, en el chico más popular de la escuela.
“Exigir de un chico lo que él no puede dar sólo aumenta su angustia y refuerza su comportamiento retraído”, dijo el psiquiatra infantil Francisco Assumpçao Júnior, profesor del Instituto de Psicología de la Universidad de San Pablo. “Si su hijo no quiere ir a una fiesta de la escuela –continuó– es importarte hacerlo cambiar de opinión. Al final de cuentas, es fundamental que comparta actividades con sus compañeritos. Pero si no quiere bailar, no lo fuerce. Ese tipo de exposición sólo lo dejará más afligido y, entonces, más tímido”.
Ni muy muy, ni tan tan...
Para algunas personas, tener que entablar una conversación con un desconocido puede ser la peor de las pesadillas. Pero hay otras a las que pareciera que la sola idea de enfrentarse con nuevas situaciones las estimula al máximo.
Sin embargo, de la misma manera en que la timidez excesiva es perjudicial, la extroversión desmedida tampoco sería deseable. Los expertos aseguran que un poco de timidez siempre es útil. Ella nos vuelve más cautelosos, atentos al comportamiento y a los sentimientos de los otros y menos impulsivos.
“En la primera mitad de la vida, hasta los 30 años aproximadamente, las personas extrovertidas, más lanzadas, tienden a pasarla mejor”, informó la psicóloga Ceres Araujo. “En la segunda mitad de la vida, sin embargo, los más introvertidos ganan terreno. Ellos tienden a ser más tranquilos y estables en sus relaciones afectivas”, abundó la especialista.