Se les llenan los ojos de lágrimas a las argentinas Roxana Sabalette y Tamara Tellechea cuando recuerdan cómo vivieron el terremoto que se ensañó con Haití, pero más tristes se ponen cuando piensan en tantos amigos que dejan en ese país. “La gente es muy buena; ellos, a pesar de que no hablan nuestro idioma, conocen mucho de Argentina por el fútbol y en la calle es muy común ver a jóvenes con camisetas de Messi y aún de Maradona”, comenta Roxana, que el próximo mes cumpliría siete años trabajando en Puerto Príncipe para la empresa haitiana de cerveza, gaseosas y leche, una de las principales compañías de ese país. “Es una lastima porque el país, con esfuerzo, se estaba acomodando; empezaba a mejorar”, agrega Tamara.
Claro que por otro lado Roxana y Tamara están contentas: son la dos primeras argentinas que viven en Haití en regresar a Buenos Aires, y tienen muchas ganas de ver a sus familiares y amigos ya que estuvieron varios días sin poder comunicarse con ellos por el colapso de las comunicaciones. El arribo está previsto para hoy, lunes, cerca del mediodía, en el Hécules C-130, junto con el cuerpo del cabo de Gendarmería Gustavo Gómez, quien murió en el sismo, el martes pasado. El avión, uno de los dos de la Fuerza Aérea que viajó a Puerto Príncipe a llevar ayuda argentina, aterrizará en la base de El Palomar, en el Gran Buenos Aires.
Antes del viaje, en el aeropuerto de Santo Domingo, la capital de República Dominicana, el país que comparte con Haití la misma isla, Roxana y Tamara cuentan cómo fue el terremoto. “Yo estaba en el estacionamiento de la empresa donde trabajo, la compañía mexicana de cementos Cemex, y vi que los autos flotaban como si estuvieran siendo movidos por una ola gigante”, dice Tamara. Y agrega: “Agarré mi auto y me fui a casa, pero todas las carreteras estaban bloqueadas: la gente estaba afuera de sus autos, con las manos levantas al cielo, diciendo: ´¡Jesús, Jesús!{“.
“Yo estaba en mi casa, en la zona alta. La casa se rajó un poco pero quedó bien; toda la vajilla y los aparatos electrónicos se cayeron y se rompieron. Pero, la casa está. La gente sufrió mucho: todos los que quedaron sin casa están ahora en las plazas, en los espacios vacíos, debajo de una lona o de un plástico, aguantando como pueden”, cuenta Roxana. Recuerda que, cuando le ofrecieron este trabajo, lo primero que pregunté fue si había terremotos. Me contestaron que no, que había ciclones, tormentas y varias enfermedades, pero que no se movía la tierra desde hace siglos”.
(*) Editor jefe del diario PERFIL, desde el aeropuerto de Santo Domingo.