SOCIEDAD
dejo de funcionar hace seis aos

Los “jardineros” de la Floralis cuentan cómo volverá a recuperar su movimiento

En marzo, la escultura emplazada junto a la Facultad de Derecho volverá a abrir y cerrar sus pétalos.

A cargo. Helmut Kupczyk y el maestro mayor de obras Federico Cardoso llevan adelante el reacondicionamiento de la enorme estructura metálica ubicada en Recoleta.
| Néstor Grassi

En marzo, la Floralis Genérica volverá a funcionar. Después de seis años, la enorme escultura de la Plaza de las Naciones Unidas, al lado de la Facultad de Derecho, volverá a cumplir su “ciclo vital” original, por el que los pétalos se abrirán durante el día y se cerrarán durante la noche. Por problemas técnicos en el sistema que la manejaba, quedó abierta permanentemente y el deterioro hizo que uno de los pétalos se saliera de su eje.

Ahora, a los turistas que se acercan al lugar les llaman la atención las rejas y los andamios que rodean a uno de los íconos porteños que más visitan. “Todos los días se acerca gente y nos pregunta qué estamos haciendo”, dice Helmut Kupczyk (40), el arquitecto detrás del proyecto de refacción impulsado por el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, gracias al padrinazgo de la empresa Oca, que invirtió cuatro millones de pesos.
El arreglo comenzó en diciembre, y trabajan contra reloj para que en los últimos días del verano pueda volver a funcionar. Para eso, primero reacondicionaron la fuente, que por la humedad también dañó la sala de máquinas ubicada bajo la flor, donde la filtración de agua arruinó los tableros eléctricos y el pistón de tres metros que impulsa el movimiento desde el tallo. Muchas partes, además, desaparecieron o fueron vandalizadas.

Además, están reforzando los pétalos –que pesan 3.500 kilos cada uno– con un aluminio especial que se utiliza en aeronaves y acero inoxidable para evitar las filtraciones de agua. “La estructura de aluminio nueva va soldada y abulonada a la existente que hay en cada pétalo. También tuvimos que girar la matriz de uno que estaba torcido y podía caerse”, dice Kupczyk. Consultado sobre cuál fue el principal problema que impidió el movimiento, explica que “dejó de funcionar el anemómetro, que es el aparato que regula el cierre y la apertura, y la flor quedó siempre abierta. Eso hizo que su estructura se fuera deteriorando, sumado a que cuando llovía se acumulaba agua dentro de los pétalos, haciéndolos mucho más pesados”.

El anemómetro está ubicado en uno de los postes de luz frente a la flor. Antes se conectaba con el pistón a través de un sistema de cableado, pero ahora el sistema se digitalizó, por lo que, si bien la apertura y el cierre están programados, ante una alerta meteorológica de vientos de más de 30 km o fuertes lluvias la flor podrá cerrarse desde una computadora. “Va a recuperar también las luces que solía tener en la cabeza de los pistilos, en los tallos y en el piso que rodea al monumento”, agrega por su parte Rodrigo Silvosa, subsecretario de Mantenimiento del Espacio Público porteño.

Historia. La Floralis, de 23 metros y 18 toneladas, fue donada por el fallecido arquitecto Eduardo Catalano, que se la encargó a la empresa Lockheed Martin Aircraft, que ya no está en el país. Cuando se inauguró, en 2002, generó mucha expectativa por ser la primera escultura en movimiento. Al no quedar registro de planos, el trabajo de refacción requirió mayor esfuerzo, y en marzo quedará terminado.