SOCIEDAD

Los mejores chimentos políticos y de sociedad

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Dos familias con poder unidas por el corazón: Liberman - Oliva Funes. Lleva el apellido del hombre que trajo a la Argentina el sistema de televisión por cable, Samuel Liberman. Pero Matías se hizo “camino propio” cuando enamoró a Nicole Neumann, con quien mantuvo un romance que prenunciaba boda aunque finalmente ella no llegó al altar de su mano. Matías Liberman después se convirtió en el cuñado de Cristian Castro: su única hermana mujer, Valeria, se casó con el cantante mexicano, con quien, además de un complicado divorcio, tuvo dos hijos. Desde hace tiempo, Matías adoptó un perfil bajo como, en general, tuvo siempre toda su familia. Ese perfil es el que rodeó a su casamiento, que coincidió en lugar, día y casi en horario con el de Jorge Domínguez hijo y Sofía Blaquier, sobrina nieta de Carlos Pedro; y el de Francisco Mallmann, hijo mayor de Francis, con Marisa Contreras, una joven de origen venezolano. Las tres bodas se realizaron en Punta del Este y comenzaron al atardecer. La de Matías se desarrolló en Solanas en la casa que tiene su suegro Carlos Oliva Funes, ex dueño de Swift. Bajo una jupá instalada en la playa –se casaron por el rito judío– esperó el novio a Sabrina, quien llegó en un carruaje de un solo caballo. El resto de la fiesta fue en el amplio jardín de la residencia que ambientó Milagros Resta: una ambientación marroquí en el jardín y en el interior, sobrio y elegante. Aunque no hubo famosos, las mujeres de la fiesta –no más de 150 invitados– estaban muy elegantes y sexies, como por ejemplo Valeria Liberman, con un vestido verde al cuerpo. También lo estaba la novia quien a pesar de atravesar su quinto mes de embarazo, lució un comentado diseño de Gino Bogani.

De armas tomar. Si hay un ámbito donde han recalado dirigentes políticos conocidos –pero protegidos– por sus deslices amorosos, es el Senado nacional. En la jura de esta semana y a modo de irónica advertencia, un asesor con tonada –cuya procedencia preferimos no develar– comentó a sus pares: “Muchachos, a cuidarse de la Lorena Bobbit del Senado”. Al parecer, la mujer en cuestión no dudó en aplicar el método de la norteamericana, cuando descubrió un affaire de su marido con personaje mediático de fugaz carrera. De más está decir que ella, la esposa, no tuvo éxito en su venganza aunque sí dejó un rastro corporal que él atribuyó –para justificar su ausencia a algunas reuniones– a un problema inguinal.

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Despedida de Burzaco. Los incidentes del jueves a la noche en la Legislatura no sólo complicaron la sesión del cuerpo sino también la despedida a Eugenio Burzaco como jefe de la Policía Metropolitana. , atrapado el bloque PRO puertas adentro de Perú 160, resultaron más que bienvenidas para el robusto anfitrión –que pasará a integrar la mesa nacional del PRO– las figuras de Guillermo Montenegro, Carlos Pirovano, Guillermo Dietrich, Javier Ibáñez, entre otros funcionarios del Gobierno porteño en el restaurante Los Platitos. Pese a que no reinó la distensión, empanadas, achuras y asado borraron luego cualquier esbozo de nerviosismo entre los contertulios que, después de escuchar los agradecimientos de Burzaco, dejaron el lugar pasada la una de la madrugada.

La disculpa de Chávez. Fue inesperada la situación pero teniendo en cuenta el protagonista, puede afirmarse que fue una acción espontánea y para nada regida por lo protocolar. El jueves, un grupo de funcionarios y dirigentes que integran la comitiva presidencial que viajó a Venezuela, comenzaron la jornada a la 9 de la mañana por una sucesión de actos. Por eso, saltearon el almuerzo suponiendo un descanso entre “función y función”. Pero no sucedió como preveían... ¡Ley de Murphy al fin! Cuando llegaron al hotel –el Tamanaco– alrededor de las 17, ordenaron y devoraron pizzas y tequeños. Luego prosiguieron la agenda y cuando estaban en la combi –ocupada por, por ejemplo, Debora Giorgi y Edgardo Depetri– que los llevaba a nuevo destino protocolar, se les sube Hugo Chávez para disculparse por dejarlos sin comer y viajó con ellos, en lugar de usar el auto presidencial. En el trayecto, prometió asistir a un asado cuando viaje para la asunción de Cristina.

Padre “Chocho”. Al cierre de esta edición, feliz en su rol de anfitrión, Bruno Quintana celebró la boda de su hijo Nicolás con Verónica Nolasco casi como si fuera la suya. Aunque muchos pensaban que la fiesta se realizaría en el Jockey Club, que él presidió hasta este año, se hizo en Círculo Militar.

Periplo caribeño. El detalle parecía, a priori, anecdótico. Pero no fueron pocos aquellos a quienes les molestó lo suficiente como para gritarlo a los cuatro vientos. Mientras se llevaba a cabo la extensa sesión en la que se aprobaron los proyectos de identidad de género y muerte digna en Diputados, en el Salón de los Pasos Perdidos algunos alfiles del oficialismo y también varios pertenecientes a la oposición preguntaban con tono socarrón por el paradero de la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja. La referencia –tácita, pero artera– no hacía más que alusión a la ausencia de Victoria Donda, de viaje por un congreso en República Dominicana.

El secreto de mi éxito. Su tranco corto hacía que muchos no terminaran de comprender cómo José Ottavis ha logrado escalar tanto en tan poco tiempo dentro de la estructura de poder del oficialismo. Pero al fin hubo quienes hallaron la respuesta en un asado que el dirigente camporista organizó con personajes de toda laya, donde, aggiornado a los tiempos que corren, sacó a relucir un discurso transigente: “Cristina será mejor que Perón, Evita y Kirchner juntos”. La frase acomodaticia de Ottavis –quien supo cosechar en tiempo récord una gran amistad con Máximo Kirchner– dejó inaugurada la era del cristinismo en territorio bonaerense y, asociada a las achuras y la jugosa entraña ofrecidas, casi da muerte por atragantamiento a los tertulianos Hugo Curto, Santiago Maggiotti, Joaquín de la Torre, Raúl Othacehé, Humberto Zúccaro, Carlos Urquiaga y la sobrina nieta de Evita, Cristina Alvarez Rodríguez, entre otros.

Almuerzo para dos. Aun con el riesgo de cruzarse con el actual jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien suele visitar el lugar, y de ser considerado por CFK como otro “concheto de Puerto Madero”, Alberto Fernández encaró la puerta con decisión y tomó posesión de una mesa. El ex funcionario K almorzó el caluroso martes pasado en el restaurante El Mercado del Hotel Faena con uno de los últimos hombres que le quedan en funciones, al menos hasta dentro de unos días: el legislador porteño Diego Kravetz.

Cortina de humo. Argentina es un país libre de humo y las tabacaleras, aunque grandes contribuyentes y de interesante recaudación, saben que algunas autoridades no suelen acompañar, al menos físicamente, inauguraciones como la de nueva sede industrial de uno de los dos tanques de esa industria, en Pilar. Igualmente, allí estuvo Débora Giorgi, quien arribó en helicóptero y fue recibida por los dueños de casa. El gobernador bonaerense, Daniel Scioli, envió un elogioso saludo a la empresa, y compartieron bocaditos y champagne, protegidos por el aire acondicionado, el intendente local, Humberto Zúccaro; el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey –quien, dicen, habría recibido un tirón de orejas de un funcionario K por haber compartido un acto en su provincia con Marcela Noble Herrera–, acompañado por su hermano José –vocal de la UIA y director de Celulosa–; el vicegobernador electo de Jujuy, Guillermo Jenefes; Santiago Cafiero (subsecretario de Industria de la provincia), Marcio Barbosa (secretario de Inerior de la Nación), Javier de Urquiza, el ex ministro Miguel Peirano y representantes de varias firmas privadas de renombre, a quienes los unía una duda: cuáles serán los nombres del nuevo gabinete nacional.

Estómagos de acero. “La Pebeta” es un proyecto de granja natural con huertas, 150 especies de verduras y frutales y donde se crían pollos, patos, conejos y corderos. Está ubicado en Cardales, y hasta allí llegaron treinta integrantes del elenco de la Academia Argentina de Gastronomía para disfrutar de una opípara comida con al dueño del lugar, Esteban Nofal. Algunos llegaron en helicóptero y la mayoría con choferes, para prevenirse de las consecuencias de la cata de buenos brebajes que atesora el anfitrión. Para Jean Edouard de Rochebouët lo mejor fue un Chablis de 12 años que alentaba a que consumieran Ubaldo Aguirre y Jean de Ganay. Para Enrique Duhau lo mejor eran unas tiernas y sabrosas costillitas de cordero que compartió con Ricardo Estévez. Los cochinillos fueron los preferidos de Eduardo Gowland, Luis Lahitte y de Nicolás Keglevich que venia muy “golpeado”, luego de seis comidas con un chef inglés. El pinot noir de ocho años fue el perfecto maridaje para el caldero de cordero que disfrutó Rodolfo Lavaque. Enrique Larreta, por su parte, conversaba con los príncipes de Sajonia, que fueron invitados y se sorprendieron con los jamones de jabalí y un salame memorable que desapareció raudamente bajo la batuta de Guillermo Michelson Irusta y de Osvaldo Zucchini. Las empanadas triunfaron en manos de Patricio Kelly y de Enrique Mallea. La paleta de cordero fue acompañada por un Sant Emilion, que fue abierto a pedido de Ignacio Gutierrez Zaldivar, fanático de los merlot, y compartido con Javier Negri y Rafael de Oliveira Cesar. Lucy Pescarmona y María Podestá no podían creer la variedad de la cava y de los tesoros que allí se añejan. Carlos Pulenta y Jorge Ortíz, disfrutaron una pata entera de Jabalí, aunque el que más elogios le dedicó a la pieza fue Alejandro Bulgheroni. “Manolo” Mora y Araujo y Jorge Pereyra de Olazábal, junto al arquitecto Pablo Sánchez Elía, disfrutaron de un suave sauternes de diez años. Luis Velo comentó que ya prepara otro almuerzo para el verano en Bariloche, con productos patagónicos. Con esta “faena” que no reconoce la existencia del colesterol cerró el año este interesante grupo de bon vivant.

Paso, entro y opino. Por su estatura o ligereza, María José Lubertino ha desarrollado extraordinaria habilidad para apersonarse donde ella lo crea necesario. De hecho, la legisladora estuvo días atrás en el salón Delia Parodi del Congreso, donde celebraban los veinte años de la ley de cupo femenino un grupo de actuales diputadas nacionales y otras que ocupaban banca cuando fue aprobada la norma, en 1991. Aun como outsider de estos dos conjuntos, Lubertino no se ruborizó al ingresar al salón y menos al integrarse al panel y pedir la palabra para, de paso, disparar contra Raúl Castells.

Noche lírica. En un clásico de cada fin de año, Antonio Estrany y Gendre transformó el jardín de su casa del country Martindale en un anfiteatro para un concierto lírico. Junto a su mujer, Monona Carranza, y su hija María –de paso por Buenos Aires–, recibieron a más de 200 invitados, que aplaudieron de pie a la soprano Marina Silva, la mezzo Florencia Machado, el tenor Duilio Smiriglia y el barítono Sebastián Angulegui. Al frente de ellos, como siempre, estuvo el maestro Marcelo Ayub, y en la organización, Alejandro Cordero. Igual que cada año, entre los plateistas, en una noche templada ideal, se vio a muchos embajadores, entre ellos los de Bélgica, Israel y Polonia. También se los vio a Santiago del Sel, Archibaldo Lanús, Eduardo Amadeo, Teresa González Fernández, Lili Sielecki, Elizabeth Boote, la marquesa Moreschina Arrivarne, y Juan Santa Cruz, entre otros asistentes que suman la ya abultada lista de dobles apellidos.

Juntos es mejor. Los salones del Club Francés se convierten por momentos en la Jabonería de Vieytes: opositores (mayoría del peronismo disidente) manducan y debaten las mejores maneras de organizarse en el nuevo período K , “reloaded pero sin subsidios”, como dice uno de ellos. Una noche de la última semana se congregó en el primer piso del sobrio club un amplio arco de más de un centenar de opositores, entre los que se contaron Patricia Bullrich, su esposo Guillermo Yanco, Federico Pinedo, Jorge Enríquez, Jorgito Triaca, Abel Posse, Pascual Albanese, Miguel Angel Toma, Raúl Granillo Ocampo, Julio Bárbaro, Santiago Díaz Ortiz, el embajador Raúl de la Torre, Jorge Raventos, el ex intendente Saúl Bouer, Alieto Guadagni, Eduardo Mondino, y siguen las firmas. Asistían al lanzamiento público de FARO (Foro Argentino de Reflexión y Orientación), un club político que presiden el abogado peronista Carlos Valenzuela y el noventista ex ucedeísta Jorge Pirra. Los faristas se proponen una tarea conjunta para “forjar entre todos una visión alternativa de la Argentina” a través de “un debate amplio y abierto, asumido sin partidismos excluyentes, con la activa participación de todos los actores políticos y sociales, a fin de definir un proyecto común”. Por lo menos esa noche, en el Club Francés, se los vio unidos.