Un médico del SAME concurre a un domicilio ante un llamado de emergencia en un barrio de clase media de Capital. Cuando llega es recibido por el dueño de casa, que lo invita a pasar. Una vez adentro, el hombre saca un revólver y apunta directo a la cabeza del médico. Le dice: “¿Cómo te sentís si tiro? Cuando vos tardás en llegar, yo también me siento paralizado. Ahora pasá, mi mujer está en su cuarto”.
Episodios como éste bien podrían formar parte de la trama de una miniserie de TV. Pero son un ejemplo de una realidad que está creciendo en nuestro país. La violencia y el alto grado de intolerancia no sólo se padecen en las canchas de fútbol o en las aulas: también en clínicas y hospitales. Según datos de una encuesta realizada por Intramed –un portal exclusivo para la comunidad médica, con 197.000 usuarios registrados– de la que participaron 22.300 médicos argentinos, el 55,8% reconoció haber sufrido agresiones verbales o físicas por parte de sus pacientes o de los familiares que los acompañan.
“La violencia está instalada. Es un patrón y no una cuestión de clases. Se ha generalizado en todos los ámbitos y el hospitalario no es la excepción. Hay agresiones que llegan a denuncias judiciales, y médicos que han tenido que trabajar con custodia policial en la puerta del consultorio”, explica la psicóloga Liliana Sánchez, integrante del grupo Factores Humanos del SAME, un equipo que trabaja en la contención y asistencia del personal de emergencia ante episodios de violencia o estrés laboral.
Guardapolvos antibalas. La Asociación Médica Británica inició una campaña de tolerancia cero a las agresiones, en la que define la violencia como “cualquier incidente en el cual el personal médico o paramédico es abusado, amenazado o agredido en ocasión laboral y con un desafío explícito o implícito a su seguridad, bienestar o salud”. Los manuales de prevención que se han escrito sobre este tema señalan que es importante distinguir estas agresiones, que son conscientes y muchas veces premeditadas, de las reacciones por angustia desmedida que pueden sufrir las personas con la enfermedad o muerte de un ser querido.
La mayoría de los médicos argentinos encuestados reconoció que gran parte de las agresiones que sufren son de tipo verbal, aunque a veces del insulto al golpe hay un paso. “Es una realidad preocupante, que ha crecido en los últimos años. Ha habido casos de intimidaciones en domicilios particulares, amenazas con armas, fracturas de nariz, mordeduras. Estos hechos de violencia nos descolocan mucho. Los médicos tenemos una actitud abierta con nuestros pacientes y no podemos imaginar que seremos víctimas de agresiones. Por eso debemos reconocer la hostilidad creciente y aprender a manejarla”, admite María Angélica Martin, jefa de unidad del Departamento de Urgencias del Hospital Fernández.
Las salas de guardia son el sector donde se produce la mayor parte de los episodios de tensión. El 74% de los médicos dedicados a las emergencias, que trabajan en ambulancias o en las guardias de clínicas y hospitales, manifestó haber sufrido agresiones. “La guardia es el lugar de choque. Basta con sentarse un rato en la sala de espera para captar la sensación térmica que se vive allí. Además, el vínculo entre el médico de guardia y el paciente es ocasional, y eso no ayuda. Cuando la gente siente pertenencia, aunque tenga que esperar, es mucho más tolerante, porque te conoce y sabe que estás haciendo tu máximo esfuerzo”, comenta Jorge Lavrut, pediatra del Hospital de Niños Pedro Elizalde.
Las agresiones y maltratos se dan tanto en las instituciones públicas como en las privadas. Aunque lo que varía son los motivos que despiertan los posibles episodios conflictivos.
Uno de los principales inconvenientes de los hospitales públicos es que están desbordados ante el aumento de la demanda de pacientes que ya no tienen cobertura médica. Esto trae como consecuencia demoras en la atención y algunas veces la imposibilidad de dar respuesta. “Llegamos a situaciones límite porque en meses se duplican o triplican las consultas. Cuando estás en desventaja por cuestiones de infraestructura, más se agudizan los problemas. El médico es la cara visible de un sistema que está colapsado, y cuando tiene que explicarle a la gente que no tiene ambulancia, o camas para internación, muchas veces sufre episodios de violencia”, explica Raúl Brañeiro, jefe de Emergencia y Atención Ambulatoria del hospital bonaerense Teresa Germani, de Gregorio de Laferrere.
Los profesionales que atienden en el ámbito privado manifiestan que muchos episodios de violencia comienzan cuando los pacientes exigen estudios de alta complejidad y, si los médicos se niegan por considerarlos innecesarios, se alteran porque se sienten estafados. “La aparición de intermediarios complicó el vínculo médico-paciente. Hoy hay una problemática económica que rodea el acto médico. El paciente, que paga una alta cuota mensual, se enoja con el profesional que lo atiende si la cobertura no cubre todo. Por otro lado, los médicos, mal remunerados, deben achicar los tiempos de consulta para atender más y trabajar con más prepagas”, explica Osvaldo Ferreres, abogado y doctor en medicina.
A la defensiva. Una forma de violencia más acallada, pero no por eso menos perjudicial, son las amenazas de juicios por mala praxis. “Los familiares amenazan a los médicos con denunciarlos judicialmente, aunque no tengan fundamentos. Esto genera una medicina a la defensiva, forzada por el temor al reclamo judicial. En lugar de cumplir con una buena práctica médica, se cumple con el mandato del miedo”, advierte Ignacio Maglio, abogado especialista en salud pública.
Los especialistas coinciden en que el aumento de episodios de violencia está directamente relacionado con los cambios sufridos en la relación médico-paciente. Hoy, quienes concurren a una consulta médica tienen mucha más información y, si bien esto es positivo, a veces discuten con los profesionales como si fueran colegas.
“ La figura del médico ya no es una institución indiscutida, como era antes. Esto tiene que ver con un cambio social general, así como la gente ya no respeta a un político o a un policía, tampoco lo hace con el médico. Cuando las instituciones no funcionan correctamente, todos sus integrantes se ven afectados, aunque muchos no lo merezcan”, señala Brañeiro.
Cuidar a los que cuidan. Taquicardia, presión alta, estrés y sensación de agotamiento son algunas de las manifestaciones físicas que sufren los médicos agredidos. “Los médicos, al igual que los pacientes, son cosufrientes de un sistema en crisis. Y muchas veces el estrés laboral, combinado con episodios violentos, forma un cóctel explosivo. Por eso los índices de suicido y alcoholismo son tan altos en la comunidad médica, y según indican las estadísticas los profesionales de la salud sufren el primer infarto 11 años antes que cualquier otra persona”, explica el doctor Daniel Flichtentrei, jefe de contenidos médicos de Intramed.
A pesar de que los episodios de agresión son un fenómeno creciente, pocos los denuncian judicialmente. “Los colegas no denuncian porque los trámites son engorrosos, pero sobre todo por la poca comprensión a nivel institucional. Quienes son agredidos deben seguir trabajando por no perder el plus de guardia, o porque no hay otro colega que los reemplace. Eso es una locura”, agrega Lavrut.
El aumento creciente de los hechos de violencia ha hecho que diversas instituciones comiencen a trabajar en la prevención y contención de sus profesionales. En el Hospital Muñiz han redactado un reglamento de convivencia, al que llamaron Carta de Derechos y Obligaciones para los Pacientes. Los miembros de la Subcomisión para la Prevención de la Violencia e Inseguridad del Hospital Pedro Elizalde elaboraron un manual estratégico de seguridad, que incluye un formulario para denuncias de violencia.
“Los médicos deben aprender a manejar la agresión y los factores para disminuirla. Es importante buscar soluciones a corto y mediano plazo y así evitar que el problema crezca”, explica el abogado Marco Aurelio Real, miembro de la comisión para prevenir la violencia de la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires.
Para el abogado Maglio, es necesario brindar al equipo de salud condiciones materiales y espirituales para garantizar una buena práctica de la medicina: “La sociedad entera debe reconocer este problema y trabajar para resolverlo. Si no entendemos que un médico mal cuidado va a cuidar mal, caemos en un círculo vicioso sin salida”.
Historias de carne y hueso
La violencia contra los profesionales médicos es una realidad que crece. Estos son algunos de los episodios que se registraron en los principales hospitales de la Ciudad de Buenos Aires. En todos los casos, los médicos solicitaron mantener la identidad de los damnificados en reserva:
Insultos y desesperación en la sala de espera. Una mujer llega con su hijo en brazos a la guardia pediátrica del Hospital Pedro Elizalde. El chico tiene fiebre alta y convulsiones. En la sala de espera hay cerca de 50 pacientes para ser atendidos, pero ante la gravedad del caso, la mujer ingresa directamente. Entonces un grupo de las personas que estaban esperando en la guardia comienza a insultar a los médicos, patea la puerta del consultorio para intentar ingresar a la fuerza y cuando una enfermera se asoma, la escupen en la cara.
Amenazas de muerte. Llega al Hospital Fernández una paciente embarazada con graves complicaciones. Después de realizarle los estudios correspondientes, los médicos determinan que el bebé ya está muerto. Ya no se podía hacer nada para salvarlo. En ese momento, el padre de la embarazada saca un arma y amenaza a la médica de Obstetricia. “Si algo le pasa a mi hija, me la vas a pagar”, le dice. La médica debió ser asistida para poder recuperarse de ese episodio y volver a trabajar normalmente.
Agresiones verbales y físicas. Una médica de guardia del hospital Teresa Germani atiende a un hombre que había sufrido un accidente con su moto. Por la caída tiene varios cortes en la cabeza. La médica le explica que tiene que cortarle parte del pelo para limpiar la zona y poder coserlo. El hombre, de larga cabellera, reacciona violentamente, empieza a gritar y a dar manotazos para impedir que lo toquen. Un familiar que lo está acompañando entra al consultorio y, en lugar de intentar calmarlo, comienza a agredir a la médica. Finalmente, se retiran del hospital sin ser atendidos.
Consultorio con custodia policial. Un psiquiatra del Hospital Teodoro Álvarez recibe un paciente al que diagnostica crisis de miedo y angustia, sobre una base de personalidad depresiva y obsesiva. Después un intenso tratamiento, se le da el alta con la orden de seguir una terapia de familia. El médico perdió contacto con el paciente. Varios meses después, se entera de que esta persona se había suicidado. El padre del paciente se presenta en el hospital para agredir al médico verbal y físicamente. Días después, recibe un llamado con amenazas de muerte en su consultorio privado. El médico realizó la denuncia y solicitó custodia policial.