SOCIEDAD
Historia argentina

Masacre de Trelew: a 50 años de la fuga que instaló los fusilamientos y las desapariciones

La fuga de militantes de organizaciones armadas del Penal de Rawson, el 15 de agosto de 1972, derivó en un fusilamiento múltiple en una base de la Marina en Trelew. El funebrero que preparó los cadáveres, los tres sobrevivientes y uno de los ejecutores reconstruyeron lo que sucedió.

Masacre de Trelew
Uno de los ejecutores de la Masacre de Trelew será juzgado en EEUU tras medio siglo de impunidad | CEDOC

El 22 de agosto por la mañana el funebrero Miguel Marileo se enteró por uno de sus jefes que habían matado a “los 19 que había en la Base”. Esa misma noche, en su dormitorio, sintió una frenada violenta que venía de la calle. Luego le golpearon la ventana. Le preguntaron si era él, afirmó y le pidieron que los acompañe “a la Base”. Era la segunda mención del día a ese lugar. Cuando llegó a la Base Almirante Zar de la Marina vio una carnicería: dos filas de ocho personas muertas a balazos y tres camillas apartadas con otros tres que se estaban desangrando.

En una entrevista brindada en 2012, el hombre que preparó los cadáveres de los 16 fusilados de la Masacre de Trelew relató lo que sucedió en una habitación de la Base que oficiaba de morgue. “Había ocho de cada lado. Se estaban desangrando todos y empecé a mirarlos uno por uno y todos tenían impacto de bala. Todos”, contó Marileo. De vuelta en Trelew, recibió una advertencia final que lo dejó callado por 30 años, hasta que contó su versión de los hechos en la película Trelew de Mariana Arruti: “Vos no viste nada. Vos tenés un hijo muy chico. No estuviste en la Base”.

Esas personas que Marileo vio en tres camillas eran María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar, los tres sobrevivientes del fusilamiento (que luego desaparecerían durante la siguiente dictadura). “Siento como un estallido espantoso en la cabeza, como si tuviera una bomba, pero para gran sorpresa no fui muerta. Me cuesta creer que estoy viva. Siento acá un gran hematoma y que estoy sangrando mucho, pero no pierdo el conocimiento”, le confesó Berger a Francisco "Paco" Urondo en el libro La patria fusilada, una recopilación hecha en la cárcel de Devoto sobre los testimonios de los sobrevivientes, la noche anterior a la asunción de Héctor Cámpora a la presidencia de Argentina.

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Los tres integrantes de las agrupaciones reconstruyeron cómo fue la fuga del Penal de máxima seguridad de Rawson el 15 de agosto de 1972, el vuelo hacia Chile de los líderes que lograron escapar, la toma del Aeropuerto de Trelew, el pacto incumplido de los marinos y el posterior fusilamiento, una semana después. También los “verdugeos” que implicaban hacer cuerpo a tierra desnudos, ante temperaturas muy bajas.

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Cinco de los fusilados en la Masacre de Trelew.

Así describió Miguel Camps esos días previos al fusilamiento. “Había cuatro turnos de guardia, pero había uno que se empezó a destacar claramente como verdugo. Nosotros, que teníamos experiencia carcelaria, sabíamos que todas las guardias no son idénticas, que hay guardias con características especiales y en este caso la que se empezó a destacar como guardia verduga era la de Bravo”.

Las versiones del funebrero y tres de los sobrevivientes del fusilamiento quedarían incompletas, sin embargo, sin la reconstrucción de quienes apretaron el gatillo. El ex marino Roberto Bravo, el de la “guardia verduga” descripta por Camps, fue juzgado por torturas y ejecuciones sumarias en julio del 2022, cincuenta años después del hecho y en Estados Unidos. “Vacié el cargador”, reconoció en una de sus declaraciones en el juicio. Calculó, además, que serían 30 o 32 balazos los que disparó desde una ametralladora PAM.

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El fusilamiento

Aquel 22 de agosto de 1972, entre las 3 y 3.30 de la madrugada, los 19 reclusos de la Base Almirante Zar fueron obligados a salir de su celda y pararse enfrente, mirando al piso. Esos horarios eran habituales para los presos: los interrogatorios de los primeros días funcionaban luego de las dos de la mañana o bien los despertaban si los veían dormirse. Bravo encabezaba esos operativos. Incluso disparaban balas de plomo al pasillo donde estaban las celdas. Pero esa noche abrieron fuego contra los presos y cuando cayeron fueron uno por uno a rematarlos.

“Inmediatamente empiezan las ráfagas. Indudablemente nos agarraron totalmente de sorpresa, no esperábamos una cosa así”, relató Camps. “Cuando paran se escuchan entonces quejidos, estertores de compañeros, incluso puteadas. Y empiezan a sonar disparos aislados. Me doy cuenta que están rematando, incluso alguien dice: ‘Este todavía vive’, e inmediatamente se escucha un tiro”, recordó.

La Justicia de EE.UU. sentenció al ex marino Roberto Bravo por los fusilamientos.
Roberto Bravo fue juzgado y culpado 50 años después del fusilamiento.

Ricardo Haidar, otro de los sobrevivientes, contó que luego de la primer ráfaga de balazos “eso fue un coro de quejidos” porque “estaban todos heridos y se quejaban”. Luego habló de los tiros de gracia. En el piso, escuchó que Roberto Bravo le decía a alguien que Mariano Pujadas, uno de los fusilados, quiso robarle la pistola a un marino para intentar fugarse. Sería la versión que haría correr ante los medios nacionales en Contraalmirante Hermes Quijada, asesinado a balazos en 1973 por un comando del ERP-22 de agosto en venganza por la Masacre de Trelew.

Los métodos de tortura y la posterior masacre se explican por la fuga del Penal de Rawson, pero también por la toma del Aeropuerto de Trelew donde los 19 militantes guerrilleros debieron deponer su plan inicial de escapar y volar hacia otro país. Rodeados por la Infantería, expusieron su historia ante los medios y el juez federal Roberto Godoy, a modo de seguro. Unas cuatro horas duró el copamiento y se pautó con el marino Luis Emilio Sosa y los jueces la rendición para volver al Penal. Sin embargo, una vez en el camión de regreso, los militares eligieron que el destino fuera la Base Almirante Zar.

El 17 de agosto de 1972 fueron 25 los presos que lograron huir. Los primeros seis, reconocidos como “grupo de vanguardia”, llegaron al aeropuerto y volaron hacia Puerto Montt, en Chile, pleno gobierno de Salvador Allende. Allí estaban Roberto Quieto y Marcos Osatinsky de la FAR; Enrique Gorriarán Merlo, Mario Roberto Santucho y Domingo Menna del ERP; y Fernando Vaca Narvaja de Montoneros, el único sobreviviente de la fuga del penal de máxima seguridad de Trelew.

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El funeral

Mientras los presos eran fusilados en la Base Almirante Zar, un documento con fuerza de ley firmado por el presidente Agustín Lanusse incorporó el artículo 212 al Código Penal por medio de la ley 19.797.

La normativa penaba con seis meses a tres años de prisión a quienes difundieran “comunicaciones o imágenes provenientes de o atribuidas o atribuibles a asociaciones ilícitas o a personas o a grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o de terrorismo”. Bajo esta cortina, los medios nacionales estaban supeditados a reproducir la versión de un nuevo intento de fuga que justificaba la masacre.

Esa represión mediática se constató nuevamente el 24 de agosto, dos días después de las ejecuciones y en el momento donde los 16 ataúdes fueron trasladados desde Chubut a la sede del Partido Justicialista de Buenos Aires, donde otros militantes y guerrilleros acudieron para velar a los fusilados. También estaban los familiares de los muertos.

Parte de la multitud participó del rito de tomar la manija de los cajones para posteriormente alzar los dedos en V. Todo ante la mirada atenta de militares en autos, motos y camionetas que se encontraban en las inmediaciones. Adentro de la sede del PJ reinaba el silencio ante la muerte. Afuera empezaron a llegar coches de la policía y la guardia montada comenzó a avanzar sobre los asistentes al velorio. En las imágenes en blanco y negro que muestran el hecho hay una secuencia descriptiva: una tanqueta rompe la puerta principal de la sede y detrás irrumpen decenas de militares. La multitud es dispersada como ganado y los muertos son sacados a las corridas hasta el coche fúnebre. Todavía continuaba el escarmiento.

Los juicios se celebraron décadas después

En octubre del 2012, cuarenta años después del fusilamiento, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a cadena perpetua e inhabilitación absoluta al capitán retirado Luis Emilio Sosa, al capitán de corbeta Emilio Jorge del Real y al ex cabo Carlos Amadeo Marandino. Diez años más tarde sería el turno de Roberto Bravo, como se relató más arriba.

En la ejecución del 22 de agosto de 1972 murieron José Ricardo Mena, Eduardo Adolfo Cappello, Mario Alberto Delfino, Carlos Alberto Del Rey, Rubén Pedro Bonet, Clarisa Rosa Lea Place, Carlos Heriberto Astudillo, Susana Graciela Lesgart, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Humberto Segundo Suárez, Humberto Adrián Toschi, Alfredo Elías Kohon , Jorge Alejandro Ulla y Ana María Villarreal de Santucho.

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El funebrero Miguel Marileo relató, a treinta años de la Masacre de Trelew, que se enteró del nombre de cada uno porque “tenían una bolsita de plástico con las balas que decían “a este le metieron 4”, “a este le metieron 5”, “a este le metieron 6” y “a este le metieron 7”. Remarcó también que Mariano Pujadas, el militante montonero que negoció con el marino Sosa en el aeropuerto, fue el que más balazos recibió. “Tenía 10 o 12 plomos”, dijo.

La versión de Marileo, el testimonio de los tres sobrevivientes del fusilamiento y el relato del ex marino Bravo reconstruyeron la brutalidad de aquella madrugada de agosto. A 50 años, los testigos de los tres lados del mostrador confirman con sus vivencias que se trató de un acto de lesa humanidad.

 

GI/ff