La propagación del dengue en el norte argentino pone en el tapete otra problemática: la
devastación del medioambiente. Las inundaciones
que todos los años son noticia, el último alud en Tartagal, Salta, los desmontes
descontrolados, el cambio climático... fenómenos todos que no son ajenos a la propagación de
enfermedades, generadas precisamente por el cambio en el ecosistema.
Perfil.com consultó a especialistas para saber cómo influyen estos problemas
medioambientales, que provocan desastres y catástrofes naturales, pero también infecciosas.
“
La propagación del dengue tiene que ver con dos aspectos, por un lado el cambio climático
global; por el otro, el problema del balance de agua, que se ha producido por la deforestación
irracional en la mayor parte en Argentina”, asegura el biólogo Raúl Montenegro,
presidente de la Fundación para la Defensa del Ambiente (FUNAM) y Premio Nobel Alternativo 2004. “El agua que
antes tenía un mecanismo de escurrimiento, de infiltración, en este momento está corriendo
superficialmente, es decir,
hay más agua descontrolada en la superficie, mas allá de que hay mayor
evaporación. Esto, más el cambio climático,
han creado un más amplio territorio de vida para el
Aedes Aegypti”, asegura el especialista.
Según Montenegro, “
toda inundación deja miles de pequeños reservorios de agua inaccesibles, lugares
donde se desarrolla el mosquito, que están fuera de control”. Y señala que esta problemática
está directamente ligada a “la depresión de los ambientes nativos”, a tiempo que
considera que “es importante asociar todas las variables”. Se trata, dice el
especialista, de un problema ambiental que está afectando a todos los ambientes boscosos del norte
del país, entre los que se encuentran las yungas, que son la selva occidental, y los bosques
chaqueño y el paranaense, que es la selva oriental.
Montenegro
criticó además las fumigaciones como modo de atacar al mosquito y prevenir la
enfermedad. “Una cosa es fumigar en un ambiente urbano, que tiene sus riesgos, y
otra distinta es fumigar en un ambiente periurbano nativo, porque ahí no sólo se destruye el
mosquito, sino también a los enemigos naturales del mosquito, y eso no resuelve el problema, porque
el ambiente nativo es un aliado de cualquier crisis, climática o epidemiológica”, especificó
el biólogo.
Por su parte, Tomás Orduna, médico y coordinador de servicio de medicina del viajero del
Hospital Muñiz, evitó referirse a las inundaciones y el alud en Tartagal como culpables de la
epidemia actual de dengue. Sin embargo, señaló que las catástrofes "trajeron temor" de que
provocaran un rebrote importante de
Aedes Aegypti. Aún así, y si bien destaca que el clima es un condicionante para que haya más
o menos mosquitos,
Orduna considera que el principal factor que influye en la propagación del mosquito son los
reservorios con agua que dejan los ciudadanos en el área urbana.
“La presencia de mayor cantidad de mosquitos tiene correlación con el hombre mismo.
Cuando el
Aedes Aegypti irrumpe, desestructura todos los sistemas de salud, no sólo porque hay que
detectar la presencia del mosquito en cantidad, la cantidad de personas que tienen el virus en la
sangre y las personas susceptibles de contraer el virus, sino que también
se tiene que poner en marcha una tarea de prevención que incluye la concientización de los
ciudadanos respecto de no dejar lugares con agua que funcionen como criaderos de
mosquitos”, destaca el médico especialista.
El ministerio de Salud de la Nación reportó ayer
2.111 casos de dengue autóctono y 265 importados en el país, y precisó que las
provincias más afectadas son Chaco, Jujuy, Catamarca y Salta, donde dos personas murieron por la
enfermedad a comienzos de marzo. Los casos de dengue también llegaron a Buenos Aires, donde ayer se
habían reportado 45 en Capital y 37 la provincia. En Córdoba, en tanto, se habían registrado 34
casos, y otras provincias como Tucumán, Santiago del Estero, Formosa, Corrientes y Misiones también
tenían casos registrados.
(*) redactora de Perfil.com