Si altura, buena estructura corporal y belleza son siempre puntos a favor en materia de
vestuario, el buen gusto jamás puede quedar fuera de la cuestión. ¿Innato? ¿Heredado? ¿Adquirido?
Los expertos no se ponen de acuerdo con la respuesta. Hay gente capaz de llevar con charme casi
cualquier cosa y otra que no acierta jamás aunque invierta fortunas en su look.
Favorecidos por sus posibilidades económicas y por el ejército de estilistas que los rodea,
los famosos deberían aspirar a la perfección. Su nivel de exposición se los exige y su trabajo
depende de ello. Sin embargo, mientras algunos cumplen sobradamente con el nivel de elegancia
requerido,
otros nunca dan en la tecla.
En el ranking de errores más frecuentes que cometen se encuentra, en primer lugar,
la inadecuación de su indumentaria respecto de la circunstancia en que deben
usarla. En los miles de eventos y celebraciones que tienen lugar a lo largo del año puede
comprobarse que, para algunos, el “dress code” es un item ignorado. Brillos en pleno
día, zapatillas y jeans en galas paquetísimas, trajes claros de noche o modelos “over”
y “under dressed” (demasiado elegantes o demasiado poco) dan testimonio de su
desorientación.
El siguiente error más común es
la incoherencia entre la ropa y la edad o la figura de quien la usa. Calzas,
cinturones ceñidos sobre abdómenes prominentes y modelitos “teen” en gente que pasó los
cuarenta son algunas de las catástrofes que nos toca presenciar en salones oficiales y alfombras
rojas. Un “No te lo pongas” (el exitoso programa de la TV norteamericana) con nuestras
celebrities podrían tener cientos de temporadas.
Una última equivocación: creer que el decontracté está permitido para los famosos. En la
playa, los gimnasios, el barrio y el supermercado las cámaras acechan. Y una celebrity sin
producción no puede ser el opuesto de sí misma. Sería bueno que todoscomprendieran, de una vez, que
la fama tiene precio.
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