Como tantos otros talentos del folclore argentino, Tamara Castro, quien falleció hoy en un accidente automovilístico, eligió el camino más esforzado –y quizás el más valioso– para difundir sus canciones: desde hace más de veinte años recorría peñas, clubes y festivales populares de todo el país.
Y de esa manera la encontró la muerte esta mañana, cuando viajaba junto a dos de sus compañeros de ruta hacia la localidad bonaerense de Chivilcoy, donde esta noche tenía previsto ofrecer un recital, como parte de una gira que inició hace días y que ayer la había llevado a Rafaela, en la provincia de Santa Fe.
Aunque había nacido el 4 de diciembre de 1972 en la localidad de Ensenada, en el partido de La Plata, Tamara Castro se crió y pasó la mayor parte de su vida en Coronel Brandsen, donde a los tres años comenzó a tomar clases con los fundadores del Ballet Brandsen, Oscar Murillo y Mabel Pimentel.
La cantante y guitarrista –que por una cuestión de edad pertenecía a la denominada “nueva camada” del folclore argentino–, pasó su niñez y adolescencia bailando danza folclórica, además de participar en un coro, tomar clases de teatro y tocar en Banda Municipal de Brandsen.
Recién a los once recibió su primer guitarra y, a los doce años, comenzó a participar en peñas y festivales de su ciudad, hasta que en plena adolescencia viajó hasta su primer certamen regional en City Bell, donde obtuvo el primer puesto solista vocal femenino. Ese fue el puntapié inicial para una carrera que alcanzó sus picos de éxito merced a su talento para componer buenas canciones y entonar lo mejor del folclore, pero también en la fuerza y la perseverancia para recorrer sin descanso cientos de certámenes.
A los veinte, a poco de terminar la escuela secundaria, la joven viajó a Buenos Aires para comenzar a estudiar en el Instituto Nacional Superior del profesorado de Folclore, donde conoció al compositor y músico Jorge Milikota, con quien arrancó la grabación de demos y comenzó a presentarlos en público.
Poco después, en 1998, mientras tocaba en una parrilla de General Rodríguez para ganarse la vida, el director del sello discográfico DBN, Titán Moreno, la vio cantar y la contrató para que grabara su primer disco en la empresa: Pasiones.
Ese mismo año actuó por primera vez en el escenario mayor del Festival de Cosquín y también en el de Baradero, donde presentó sus canciones con muy buena acogida del público, sus colegas y la prensa especializada. En 1999, luego del Pasiones, Tamara editó su segundo álbum –titulado Revelaciones–, al que siguieron Resplandor (2000), Lo mejor de mí (2002), Endechas (2004) y La Patria digna (2005).
En esos álbumes demostró que, junto a ritmos propios del folclore argentino, como la zamba, la chacarera, el gato, los valsecitos y el takirari, podía teñir a las letras y la poesía de sus canciones con preocupaciones y palabras de un alto contenido social.