SOCIEDAD
el misterioso ataque en un edificio de villa crespo

Un empresario sospechado por narcolavado estaba en la mira de dos sicarios mexicanos

Un empresario sospechado por narcolavado estaba en la mira de dos sicarios mexicanos

Diego Colombini (izq.) y Walter Mosca (der.) eran socios en Oda Desarrollos, una empresa investigada por lavado de activos, y formaron parte del Grupo Inversor Bahía Grande, a cargo de la construcción
| Cedoc Perfil

A diferencia de sus socios de Oda Desarrollos, Diego Miguel Colombini no subió al estrado de la ceremonia inaugural del Hotel Intercontinental de Nordelta. Pero el abogado estuvo presente en el evento al que concurrieron funcionarios, empresarios y personalidades de la farándula.

Ese día, el 7 de julio de 2011, alcanzó el pico más alto de su carrera y, a la vez, fue el momento en que todo empezó a caer. En la actualidad es investigado junto a su ex socio, el arquitecto Walter Mosca por lavado de activos provenientes del narcotráfico Y hace poco más de un mes, dos presuntos sicarios mexicanos fueron detenidos antes de alcanzar su objetivo: liquidar a su mujer, la odontóloga Marcela Simón, según indicaron fuentes de la causa a PERFIL.

Esto no le gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Tras el episodio ocurrido en un edificio de Villa Crespo, Colombini se presentó de forma espontánea ante el juez de Instrucción Ernesto Botto y su secretario, Marcelo Muffatti para dar su testimonio. “Si fue que la fueron a buscar a ella, tiene que haber sido por mí”, se sinceró ante el magistrado.

Al igual que los investigadores, el hombre que formó parte de la construcción del hotel de Tigre cree que el ataque frustrado de los sicarios de Sinaloa tendría relación con los fideicomisos millonarios de Nordelta que la firma no ejecutó pese a haber recibido los pagos.

Si fue para mí –continuó–, debe vincularse a las actividades que tuve con Mosca. En un momento yo estuve muy vinculado con él. Sobre esta persona pesan muchas deudas por edificios frenados”, detalló en su testimonio del 18 de mayo pasado.

A la vez, el ex socio de Mosca explicó: “Nosotros éramos desarrolladores inmobiliarios y contratábamos a la constructora de Mosca. Le pagábamos la construcción con departamentos, de los que él disponía. Sé que la empresa constructora está en quiebra y con deudas enormes con AFIP y millones de juicios por reclamos laborales y de diverso tipo. Posee dos edificios sin terminar con dos compradores enojados con razón”, reveló. Entre todos los emprendimientos realizados en el marco de la sociedad en la que participó con el arquitecto “existen aproximadamente 500 compradores distintos”.

“Me llama mucho la atención que dos personas se presentaran en el tercer piso preguntando por una doctora. Si viene de algún lado, debe venir de ahí”, insistió en la hipótesis de la venganza y pidió que se llame a declarar a Mosca. “Yo en el estudio tengo juicios normales, siendo que el 90% tramiten respecto de personas jubiladas, ante el fuero civil y comercial federal”, añadió.

El juez Botta, durante la testimonial, le mostró las fotos de Carlos Angulo López y Juan Marco Antonio López Quintero, los dos hombres que, según se desprende de la pesquisa, tenían la orden de matar a Simón. “Jamás los vi”, respondió Colombini.

A la vez, el juez de instrucción indagó sobre el vínculo que lo une a Mosca. Colombini le contó que se comunica “habitualmente” con su ex socio, pero la relación de amistad que los unía se terminó cuando verificó “irregularidades en los emprendimientos”.

Mientras los agentes de la Superintendencia de Drogas Peligrosas, al mando de Néstor Roncaglia, siguen las pistas del auto que recibió a los supuestos sicarios en Ezeiza, Angulo López y López Quintero permanecen en prisión por “tentativa de robo, privación ilegal de la libertad y abuso de arma de fuego”. Distintas fuentes aseguraron a PERFIL que, por lo bajo, los mexicanos admitieron que habían llegado al país para matar a la esposa de Colombini, pero por consejo del reconocido abogado, Ramón Arigos, se negaron a declarar.

El matrimonio se siente vulnerable. “Pasamos el fin de semana escondidos”, relató Colombini. Su esposa se quejó ante el juez porque se enteró del hecho por el portero del edificio de la calle Malabia y la prensa. Dijo que esperó que alguien se ponga en contacto con ella para darle explicaciones –algo que nunca ocurrió– y mencionó que “estuvo muchos días expuesta y en peligro” sin que nadie la protegiera. Contó que está “aterrada” y que los vecinos la quieren echar del edificio.