Mariela tiene 32 años y dice que está cansada de sus encuentros de sexo casuales, que ya es hora de enamorarse, y que si no lo consiguió hasta ahora es por culpa de los hombres. “Ninguno quiere compromiso, son grandes pero parecen niños”, acusa. Los acusa. Casi de igual modo que esos supuestos hombres-niños acusan a las mujeres de su edad. “ Histéricas, eso son. Si no les das bola se quejan de que sólo buscamos sexo. Si las invitás a salir más de una vez en la semana, ya somos unos pesados, y no te dan bola”, retruca Héctor, de 35. Entonces, y a pesar de las quejas, siguen con el más fácil de todos los planes: sexo y delete.
Se trata, sin más, de la cultura del “toco y me voy”, de “contactos sexuales fugaces y despersonalizados”. Entonces, cuando la cosa se complica o ya no gusta, es más fácil apretar “ delete”, como en la computadora. Y a buscar otra historia. Una tendencia que bien puede aplicarse en las relaciones de pareja de hoy, o en los mismísimos matrimonios: no importa lo que los unió, ni si están juntos hace sólo unos meses, ante el mínimo conflicto, se viene la separación, el divorcio y la distribución de bienes.
“La promiscuidad aparece como un espejismo de autonomía”, asegura Diana Sahovaler de Litvinoff, psicoanalista miembro APA y de IPA , en su libro El sujeto escondido en la realidad virtual, que acaba de lanzar en la Feria del Libro. “De acuerdo al modelo de los vínculos cibernéticos, cuando algo se torna difícil, se oprime delete y se desconecta. Se llega así a una libertad sexual donde falta el sujeto, podríamos decir, a un sexo sin sujeto”, señala uno de los fragmentos de su libro.
En diálogo con Perfil.com, la especialista explica que con su libro intenta “tratar de entender un fenómeno que se gestó cuando la tecnología entró en la vida cotidiana”. Es aquí donde, según ella, aparece esta historia del “sexo delete”, y señala que se trata de un comportamiento que está relacionado también con “una sociedad de consumo”. “Es como el uso de un objeto, cuando aparece en el mercado uno mejor o deja de funcionar como queremos, se lo tira y se compra otro; todo es intercambiable, es lo mismo que sucede con las parejas, como si fueran objetos o mercancías”, especifica Sahovaler de Litvinoff.
La idea de escribir un libro sobre esta tendencia surgió porque se trataba de una problemática que escucha cada vez más en el consultorio. “Las mujeres se quejan de los hombres escurridizos, apabullados frente a tanta oferta, pero ellos también se sienten desalentados y solos ante la ‘histeria’ femenina, que no da lo que promete. Las etapas que marcaban ciclos sexuales parecen haberse extendido en el tiempo y recién alrededor de los 30 años las chicas comienzan a pensar en el ‘reloj biológico’ y consultan al psicoanalista con el temor de que ‘ya sea tarde para mí’. Y los muchachos que han venido huyendo de relaciones comprometidas, concurren al consultorio por pánicos difusos en los que experimentan cierta pérdida del sentido de la vida”, relata Sahovaler en un pasaje de su libro.
“El discurso sexual suele presentarse descarnado, se puede hablar de cualquier cosa en forma ‘light’ y aparentemente sin conflicto. Se privilegia el ‘día a día’, lo inmediato”, finaliza.
*Redactora de Perfil.com