SOCIEDAD
habla el dueo de una de las casas afectadas

“Vi un avión que venía directo hacia mí, como en ‘Relatos salvajes’”

Cargaba su camioneta para viajar con su familia a Bariloche, cuando la aeronave de Andrés Deutsch impactó contra su vivienda. Galería de fotos

Fuego. Vista aérea minutos después del impacto y el barrio hoy.
| Gentileza Familia Ranucci

“El domingo pasado cargaba las valijas para irme de vacaciones con mi familia, cuando sentí el ruido del motor de un avión que se acercaba a toda velocidad. Giré la cabeza y lo vi venir de frente hacia mí. Fue impresionante esa imagen, no me la voy a olvidar nunca más. Mi primera reacción fue tirarme dentro de la camioneta. Luego sentí una fuerte explosión, y de inmediato vi el humo y el fuego en la parte superior de mi casa. El accidente fue igual al de la película Relatos salvajes. No lo podía creer”. Directo, y por momentos con la voz entrecortada, Gustavo Ranucci relata a PERFIL el preciso instante en el que la avioneta que piloteaba Andrés Deutsch, el ex dueño de LAPA, destruyó su casa del barrio La Isla, de Nordelta.

Antes de producirse el accidente que dañó por completo el tercer piso y el flanco izquierdo de su casa, la familia Ranucci tenía otros planes. A las 17.30 iban a viajar a Bariloche. Luego de un almuerzo familiar con su esposa Carolina Benítez, sus dos hijos menores (de 2 y 5 años), y sus suegros, Ranucci comenzó a cargar el equipaje para dirigirse hacia el Aeroparque. Justo en ese momento su mujer decidió entrar a la casa para cambiarle los pañales al bebé. Ella estaba con su madre en el segundo piso. Ranucci, su suegro y su hijo de 5 años, en la camioneta. “En ese instante sucedió todo. Tras el impacto veo que mi esposa baja las escaleras con el nene en brazos. Estaba llorando. No entendíamos lo que había ocurrido. Dejamos todo como estaba y nos alejamos del lugar lo más que pudimos, temíamos más explosiones. Gracias a Dios nadie de mi familia resultó herido. Los vecinos nos ayudaron de inmediato, todos fueron muy solidarios”, asegura el empresario, quien junto a su mujer publicó una carta en la revista interna de Nordelta agradeciendo a vecinos y efectivos policiales de distintas áreas que trabajaron en el lugar.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Vivir para contarla. La Isla es un barrio de 273 lotes, rodeados por espejos de agua y mucho verde. Además de Ranucci, en ese sector también viven el periodista Marcelo Longobardi y Eduardo Costantini, dueño del Museo Malba y de Nordelta. Según pudo averiguar PERFIL, el valor promedio de los inmuebles de esa zona ronda el millón de dólares. Todos los vecinos quedaron muy impactados por lo sucedido y hasta el viernes el área permanecía cerrada con un control de seguridad que prohíbe el acceso a la zona.

Además de los daños ocasionados en el domicilio de los Ranucci, en el que 80% quedó afectado por el incendio, la avioneta destruyó casi por completo la vivienda de la familia Blaisten, que se encontraba fuera del país en ese momento, y el alero de otra casa. “Antes del impacto, el avión golpeó tres veces contra el pavimento. Luego chocó contra las residencias. Arrasó con todo a su paso. Si no se desviaba en una palmera, se incrustaba de lleno en mi casa, como les pasó a los Blaisten. El fuego alcanzó dimensiones increíbles, las llamas llegaban a los diez metros”, explica el empresario.

Días después del incidente, Ranucci reflexiona sobre lo sucedido y a pesar de todo decide ver “el vaso medio lleno”: “Es imposible pensar que un accidente así pueda ocurrir. Pero también es imposible pensar en salir ileso de un hecho de esta magnitud. A mi lado habrán pasado siete mil partes del avión. Gracias a Dios no me tocó ni una tuerca”, asegura.

Desde el momento de la tragedia, los Ranucci se alojan en la casa de la familia Belizan, que vive en la misma manzana que ellos. Pero no por demasiado tiempo, ya que a raíz de lo sucedido decidieron irse. “La idea es mudarnos. No sabemos cómo quedaron las estructuras de los cimientos. El saldo es tremendo. Además no es aconsejable quedarnos a vivir en un lugar que fue devastado por un accidente. Si bien disfrutamos mucho de esa casa y en cierta forma nos terminó protegiendo, no vamos a volver a vivir allí. Todos quedamos muy shockeados emocionalmente. Fuimos a consultar a un psicólogo para que nos asesore cómo hablar del tema con nuestro hijo de cinco años. Nos recomendó decirle que este tipo de cosas pueden ocurrir”.