Un cable de una agencia de noticias que no se nombra cita, en español, una entrevista que Jorge Luis Borges concedió a la revista francesa Le Magazine Littéraire. Sale, fechado en París, en el diario La Opinión, de Buenos Aires, en algún momento de los ‘70 con el título “Borges expresó el deseo de probar marihuana y opinó sobre el ajenjo”. Al parecer, en aquella conversación con el escritor Serge Bramly, el argentino se animó a hablar de drogas.
En otra entrevista, de la que tampoco conocemos la fecha, hablando con el poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio, Borges hasta se atrevió a ofrecer algunos detalles.
- Buenas lenguas me han dicho que usted conoció ciertas drogas…
- Si, pero fracasé con la cocaína y con la marihuana. Hice varios experimentos sinceros, cinco o seis. Y con la cocaína, sí, me sentía gárrulo, pero muy nervioso. Con la marihuana, en cambio, no sentí absolutamente nada.
(La palabra gárrulo, aplicada a un ave, significa que el pajarito en cuestión canta o gorjea mucho. Cuando se usa para un humano, es simplemente un adjetivo para una persona charlatana).
Borges, se sabe, era un bromista. ¿Hablaba en serio cuando se exponía frente a Bramly o Alvarado Tenorio? Difícil saberlo. Quizás tampoco interese mucho.
Lo que sí vale la pena son los retazos de la entrevista con Le Magazine Littéraire que sobreviven en un recorte a medias.
“No sé si el alcohol da algo a la gente. No se sabe si le agregó algo a Baudelarie, o a Poe, o si ellos escribieron a pesar del alcohol”, reflexionó el señor que escribió “El Aleph” charlando con el otro señor, francés pero nacido en Túnez.
Y siguió, largando al pasar, como si nada, una mini-bomba filosófica que a filósofos de profesión les tomaría siglos diseñar: ¿Baudelaire y Poe escribieron gracias o a pesar del alcohol?
“Es imposible saberlo -dice Borges en esta entrevista que por fortuna se le ocurrió publicar al editor de las páginas de Cultura de La Opinión-, porque si se toma un camino... no se sigue el otro, ¿no?, habría que bifurcar la vida”.
Estos son los tipos de gárrulos que no nos cansamos de escuchar... gorjear.