TURISMO
En el aire / Marrakech

Porqué Marrakech es una ciudad que encanta

El mejor punto de partida para conocer Marrakech, la ciudad más visitada de Marruecos, es la Gran Plaza Jamaa el Fna, repleta de vendedores, malabaristas, tatuadores y mateos. Desde allí es fácil llegar al soco, al barrio judío y a la casa de Yves Saint Laurent.

Marrackech en el aire
Marrakech. Con fuentes de agua, tierra roja y verde intenso, esta ciudad marroquí enamora a todos los visitantes. | Shutterstock

Marrakech es una de esas ciudades que viene con canto de sirenas. Al sur de Marruecos, casi en la boca de las Montañas del Atlas, fue fundada por los bereberes en el siglo XI y codiciada por franceses y españoles por igual.
En esta pulseada ganó Francia, que se quedó con todo el país hasta 1956. Por eso tiene dos cosas que convencerán a los más tímidos y desconfiados: es la ciudad más occidentalizada del norte de Africa y en cualquier parte es muy sencillo encontrar a alguien que hable francés o incluso español, bueno… en Marrakech funciona una sede del Instituto Cervantes de España. Además es segura y se la puede conocer caminando, incluso de noche.
El centro neurálgico es la ciudad vieja, la Medina, un conjunto de callejones, palacios, mezquitas y minaretes del mundo árabe desde donde se propaga por altoparlantes la voz de un predicador del Corán que guía el rezo colectivo de los musulmanes cinco veces al día, desde las cinco de la mañana.
El recorrido por la Medina comienza en la Gran Plaza Jamaa el Fna, siempre llena de vendedores que ofrecen de todo, malabaristas, mateos para dar una vuelta en carro, aguateros, tatuadores, oportunistas, músicos e incluso encantadores de serpientes.
Desde allí se abren varias vías posibles: la Avenida Mouassine es refinada y tiene negocios de moda; la Avenida Mohammed V, con arboledas reparadoras sobre todo en los veranos tórridos, lleva hasta Guéliz, la Ciudad Nueva de hoteles internacionales y negocios más europeizados.

 

https://radio.perfil.com/videos/marrakech-una-de-esas-ciudades-que-viene-con-canto-de-sirenas.phtml

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No debería abandonar Marrakech sin perderse por el soco, un laberinto de callejones en donde hay muchos riads (una casa típica, con jardín o patio interior), mezclados con negocitos de comida, alguna mezquita, y cientos de locales de artesanos de los que irá entrando y saliendo mientras esquiva los carros tirados por burros, las motonetas, las bicis y las vans, tan destartaladas que no podrá creer que sigan funcionando.
Por ir a conocer el barrio residencial donde se alojaban las estrellas de cine, la Palmeraie, muchos se pierden una verdadera joya que está ahí nomás: el barrio judío, Meliah, que da contra la muralla del Palacio Badi. Allá podrá encontrar montones de esencias, especies, increíbles productos naturales que curan de todo y que en Argentina ni se conocen. Desde luego, le convidarán té mientras van abriendo delante de sus ojos frascos que al destaparse propagan la magia y los aromas que encerraban. Si no tiene planeado hacer alguna excursión de día para visitar los valles próximos, éste es un buen lugar para comprar aceite de argán y agua de rosas de primera calidad.
Y hay mucho más: el Palacio de la Bahía, la Mezquita Koutubia, las tumbas Saadíes y el Jardín Majorelle, una casa magnífica en donde vivió el francés Yves Saitn Laurent, tan sorprendente y colorida que le ayudará a comprender cuál fue la fuente de inspiración de muchos de sus diseños de alta costura.
¿Y esto es todo? ¡Claro que no! Porque lo mejor siempre es ir, conocer y volver para contarlo.