Muchos discursos mencionan el advenimiento de la sociedad del conocimiento. Pero en América Latina, para llegar a ese contexto, se precisa un cambio profundo que nos lleve a un modelo de acumulación y de desarrollo con uso intensivo del conocimiento científico y tecnológico. Algo que todavía no ocurre.
A pesar de que la región posee abundantes recursos humanos calificados, o sea, profesionales, científicos y técnicos suficientes para superar el subdesarrollo, no se observa que las clases dirigentes (políticas, gubernamentales, empresariales, sindicales, sociales) estén valorizando el uso del conocimiento para superar los problemas de la sociedad. Por lo tanto, la productividad de nuestros distintos sectores económicos suele ser baja.
Región. Podemos, sin embargo, sostener con verosimilitud que el futuro de la región, que sus posibilidades de superación del subdesarrollo, dependen del aprovechamiento intensivo de su capital intelectual y social, o sea, de la valorización de sus estructuras educativas, de sus profesionales, científicos y técnicos.
Suponiendo que este escenario se produzca, ¿cuál sería el modelo de universidad adecuado? Podríamos responder diciendo que la idea de una “universidad inteligente” sería el correlato pertinente de un modelo de desarrollo con uso intensivo del conocimiento.
El concepto de “universidad inteligente” ya está en circulación. Desde la experiencia de las primeras universidades informatizadas en EE.UU. (Carnegie Mellon University, entre otras), algunos asociaron la palabra “inteligente” con “digitalizada” (wired university)
Más tarde, cerca de los 2000, comenzó a vincularse “inteligente” con “virtualizada”, o sea, con sistemas de enseñanza que utilizan internet, plataformas virtuales y aplicaciones informáticas. Unisinos, en Brasil; el Instituto Tecnológico de Monterrey, en México, o la Universidad de Loja, en Ecuador, son algunos ejemplos.
Es verdad que, mirando el futuro en marcha, resulta “inteligente” digitalizar los sistemas de administración y organización porque se reducen los tiempos y los costos del funcionamiento. También se puede afirmar que esta estrategia resulta congruente con la naturaleza de la universidad, que no solo debe aprovechar las tecnologías avanzadas sino también convertirse en agente de innovación.
TIC. Del mismo modo, se puede afirmar que aprovechar las TIC para transmitir conocimientos de manera “abierta” a los individuos sin barreras en el espacio y el tiempo constituye una forma de contribuir a una cobertura universal de la educación superior. Algunos se preguntan si resulta “más inteligente” enseñar de manera virtual. Esta pregunta nos lleva a plantearnos la “pertinencia” pedagógica y social de la enseñanza virtual.
Parecería que la universidad “inteligente” sería aquella que nos permita cumplir con estos objetivos:
◆ Facilitar de la manera más amplia el acceso a los conocimientos científicos.
◆ Asegurar un proceso de aprendizaje centrado en el aprender a pensar y el aprender a aprender.
◆ Optimizar el funcionamiento de los procesos administrativos y de servicios de la institución con técnicas adecuadas.
◆ Asegurar el desarrollo de actitudes, competencias y valores adecuados.
◆ Facilitar la socialización de los jóvenes y el desarrollo de capacidades de convivencia a través de la organización universitaria.
◆ Fortalecer la capacidad de las instituciones universitarias para transferir conocimientos útiles para la sociedad.
Cuando se toman estos objetivos, se puede apreciar que lo que esperamos de una “universidad inteligente” va más allá de la “digitalización” organizacional y de la “virtualización” de la enseñanza.
Ahora bien, parece lógico pensar que si en nuestra época la “tecno-estructura” eficiente pasa por el uso de las TIC, este aspecto resulta ineludible. Debemos aprovechar los sistemas de información porque no solo cumplen funciones instrumentales eficaces sino también porque constituyen parte de la cultura tecnológica que los estudiantes tienen que aprender a dominar.
La digitalización y la virtualización ayuda a realizar con eficacia los objetivos A B y C. Pero, qué hay de la “socialización”, del “desarrollo de actitudes”, de la “transmisión de valores” o de la transferencia de conocimientos a la sociedad. En este plano, pareciera que la universidad tradicional vigente tiene mayores capacidades.
Si uno evalúa lo que realmente hacen las universidades convencionales vigentes, verá que la mayor parte de la enseñanza se concentra en la transmisión de informaciones (80%-90%). De la socialización, de la transmisión de valores, del desarrollo de actitudes (creatividad, motivación, solidaridad, responsabilidad), muy pocos se ocupan. De la transferencia de conocimientos ya existen muchas experiencias y un amplio consenso sobre la necesidad de apoyar este objetivo.
De este somero análisis surge que la “universidad inteligente”, como concepto superador de la “universidad profesionalista” y burocrática actual, debería combinar la digitalización, la virtualización, un enfoque cognitivo científico y reflexivo, una pedagogía centrada en las actitudes, competencias y valores, una política institucional orientada a cuidar la socialización de los jóvenes y un sistema de interacciones con la sociedad, la economía y el Estado.
Lograr este “combo” supone un diagnóstico crítico de la universidad actual y una visión del futuro como superación de los problemas que afrontamos. Desde esta perspectiva, la “universidad inteligente” se acerca a la idea de un sistema de educación superior organizado para la reconstrucción de la sociedad. Lo cual nos aleja tanto de la “universidad emprendedora” como de la idea de la universidad digitalizada.
Misión y nuevo modelo
La “universidad inteligente” en América Latina debería cumplir la misión de acercar las sociedades a un desarrollo inteligente y al mismo tiempo contribuir a la reconstrucción de las relaciones sociales mediante el fortalecimiento de la integración social de los jóvenes y la difusión de valores que sustenten la reconstrucción de la sociedad y la protección del medio ambiente.
Para una “universidad inteligente”, resultaría inaceptable que la mayoría de los ingresantes fracasaran y desertaran. Por razones pedagógicas y sociales, no lo podemos aceptar. Asimismo, para una “universidad inteligente” resulta anacrónica e injustificable la organización burocrática actual, cara, ineficiente y despersonalizada. La digitalización puede mejorar sustancialmente la eficiencia y también puede permitir orientar el aprovechamiento del personal en funciones de atención al estudiante.
El concepto de “universidad inteligente” encierra, entonces, diversas significaciones y puede tener diversas proyecciones en la reorganización de la universidad actual. En todo caso, constituye una “idea fuerza”, una “idea reguladora” para pensar el futuro de la universidad. Necesitamos un nuevo modelo de universidad para el futuro, y la idea de la “universidad inteligente” puede servir para construirlo.
*Dr. en Filosofía. Profesor del Doctorado en Política y Gestión de la Educación Superior en la Untref.