Dos pescadores artesanales de San Clemente del Tuyú, Claudio Silva y Richard Marin, soltaron sus redes de pesca en la Bahía de Samborombón y no podían creer lo que habían pescado: una tortuga inmensa, de 59 kilogramos. Sin pensarlo dos veces, recogieron sus redes y regresaron a la costa para llevarla al Centro de Rescate de la Fundación Mundo Marino. Fue el 28 de octubre y ayer, la protagonista de esta historia fue devuelta al mar, ya en buen estado de salud.
“Hace varios años que venimos trabajando con la comunidad de pescadores artesanales para generar conciencia sobre cómo colaborar en la conservación de estos reptiles marinos, muchos de ellos en diversos estados de vulnerabilidad, según la especie", anticipa la bióloga Karina Álvarez, responsable de Conservación de la Fundación Mundo Marino. "En ese sentido, les explicamos cómo darles los primeros auxilios cuando se enmallan en sus redes”, explicó
En esta oportunidad, se trató de un ejemplar de la especie Caretta caretta, considerada “vulnerable” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Seguramente venía nadando desde el nordeste de Brasil, pero como casi todas las tortugas marinas hembras, regresó a desovar a la misma playa de anidación en la cual había nacido.
El apareamiento tiene lugar en el agua, cerca de las playas de anidación y sólo sucede cada 3 años.
La tortuga Caretta se diferencia de las otras especies porque tiene un pico robusto y ancho y cinco escudos en su caparazón. Carnívora, se alimenta de almejas, ostras, cangrejos, esponjas, medusas, y distintos tipos de peces.
La que encontraron Silva y Marin tenía la caparazón tapizada por una alfombra de organismos marinos. Por eso estaba como abombada, en estado de “brumación”, un mecanismo habitual en los reptiles que hibernan en aguas frías y disminuyen su metabolismo para ahorrar energías. Al quedarse quietos durante mucho tiempo son colonizadas por distintos tipos de organismos que se adhieren a su caparazón.
“Hay que extraerlos porque si permanecen mucho tiempo pueden debilitar la caparazón y terminar generando una infección”, explicó la bióloga y señaló que, por suerte, esta tortuga no había ingerido microplásticos, como sucede en la mayoría de los animales que rescatan. Por eso, tenía buena flotabilidad, cosa que no sucede cuando están llenas de plástico en su interior, “un contaminante que les genera una gran cantidad de gases que le impiden sumergirse con normalidad”, sostuvo Álvarez.
Antes de darle el alta médico veterinaria, al animal se le extrajeron muestras de sangre, piel y caparazón: “Los parámetros sanguíneos eran normales. Las distintas muestras de tejidos las tomamos para poder analizar la ecología trófica de estas especies y poder conocer cómo es la cadena predatoria de estos reptiles en el Río de la Plata”, especificó la bióloga.