40 AñOS DE DEMOCRACIA
Psicología

Argentina en el diván, para sanar desde la memoria

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Charly García. En su disco Piano bar describió la transición a la democracia. | cedoc

Argentina es el país con mayor proporción de psicólogos y psicólogas per cápita de todo el mundo. Y según diversas estadísticas, la Ciudad de Buenos Aires es la más psicoanalizada del planeta. ¿Cuáles serán las razones? ¿Las crisis sociales, las heridas en la condición humana, una búsqueda de identidad, o algo mucho más profundo y oscuro? Pero lo más interesante a saber, como dice Sabina en una canción, es que siempre habrá un psicólogo argentino mostrándote el camino… 

¿Y cuál es el camino? El de la salud mental. El del bienestar. Y por sobre todas las cosas, el camino de la memoria. No hay persona ni país que sane si no conecta con su pasado, si no revisa su biografía. 

Lo aprendí estudiando a Freud, y lo confirmé en la praxis, en el consultorio con mis pacientes y en mi propio recorrido analítico: lo no elaborado retorna incesantemente. Por eso, todo trabajo terapéutico profundo debe apuntar a la memoria, el mejor recurso que tenemos los seres humanos no solo para no repetir los errores del pasado, sino también para reconocernos, para construir una identidad. 

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Y los pueblos, ¿cómo sanan? ¿Cómo construyen su identidad? De la misma manera, apelando a su historia, buscando en sus raíces, nunca negando lo acontecido. 

Argentina en el diván exhibe su sufrir, pero también sus contradicciones, lo dual, la lucha diaria entre las pulsiones de vida y las de muerte. Históricas grietas. La construcción de una otredad a la que hay que ganarle, desterrarla o prohibirla. Pasiones políticas y futboleras. Euforia y depresión. Amores y desengaños. Héroes, heroínas y seres olvidados. 

Argentina se construye y se autoflagela. Tiene muchas necesidades y deseos incompatibles. Va reconociendo sus raíces aborígenes, latinas, pero por momentos se siente europea. Argentina necesita más terapia, tiene una crisis de identidad. Debe hacer memoria para recordar de dónde viene, para saber hacia dónde caminar.  

En el pasado reciente hay mucho por sanar. El 10 de diciembre de 1983, con la asunción del presidente electo, Raúl Alfonsín, Argentina comenzó una nueva etapa, la de la democracia, pero sobre otra, una dictadura y un golpe de Estado sucedido el 24 de marzo de 1976. Etapa signada por diversas violaciones a los derechos humanos, asesinatos, torturas, desaparición de personas y apropiación de criaturas.

Con el inicio de la democracia comenzó un lento pasaje de la violencia a la paz, de la represión a la liberación, del olvido a la memoria. Pasaron cuarenta años. Pero aún queda mucho por recordar para que el horror no vuelva a golpear.

“Yo, que crecí con Videla. Yo, que nací sin poder. Yo, que luché por la libertad pero nunca la pude tener”, cantaba Charly García en Demoliendo hoteles, en su disco Piano bar editado en 1984, en el primer año de la democracia. Así como con la música y el arte en general, avanzada la década del 80, pos-Malvinas, asomó el lento amanecer de la memoria; aunque todavía existan refutadores del recuerdo. Veteranos que fueron saliendo del obligado pacto de silencio y la desmalvinización. Víctimas del terrorismo de Estado que se animaron a denunciar los flagelos sufridos.

Se inició el tiempo de la puesta en palabras, de hablar de los padecimientos, de los efectos de la represión, de la censura, del miedo a andar, a expresarse, del miedo al amor. La salud mental fue dejando de ser un tabú y los consultorios psicoanalíticos dejaron de ser solo un sitio para una élite de intelectuales y empezaron a poblarse de seres neuróticos, sufrientes, de voces que estuvieron calladas y que necesitaban ser escuchadas. 

Nunca es tarde para sanar. Pero cuanto antes, mejor. Los traumas son atemporales. Lo sufrido y reprimido, como una pared que filtra, va manchando los días con actos fallidos, con sueños y pesadillas, con síntomas, manifestaciones del inconsciente como señales de lo traumático que pulsa por ver la luz. El camino es la memoria. La cura es por la palabra. El silencio potencia los dramas.

El concepto de represión, desde el psicoanálisis, es un mecanismo defensivo del campo mental. Se trata de un proceso que busca mantener en el inconsciente, de alguna manera en el olvido, toda vivencia que, de hacerse consciente, afectaría el equilibrio psicoemocional de la persona. 

Ciertas situaciones traumáticas vividas en el pasado quedan ocultas bajo el efecto de la represión. Pero, y esto es fundamental, es un mecanismo que fracasa, porque el dolor siempre se filtra, busca salir. La sabiduría interior pide ser sanada y manda señales, síntomas como modo de que aquello reprimido vea la luz. Como diría Mario Benedetti, “el olvido está lleno de memoria”. 

Salud mental implica atender esos síntomas que son el GPS para recorrer el mundo interior y llegar al destino: el origen del malestar. Recordar el trauma. Comprender, para alcanzar el bienestar psicoemocional. De la misma manera sucederá con el país. Argentina irá sanando cuando atienda sus síntomas y enfermedades, sus necesidades y sus dramas, cuando se mire en la línea del tiempo y comprenda su pasado: los hechos que marcaron su historia. 

Una sociedad sana debe apelar a la memoria, no al olvido. No a dar vuelta la página de la historia sino a pensarla como un libro abierto donde cada capítulo está ligado al anterior, y por sobre todo a un principio, que no es, para Argentina, la colonización ni los barcos, sino algo más, algo más allá, algo más primario. Un país que reprime su historia refuerza el olvido y posibilita que lo sufrido retorne incesantemente. 

Con cada día que transcurre acumulamos más pasado, por lo tanto más experiencias. Mirar el ayer no significa melancolizarse. La memoria es activa, es un lugar vivo, no es un museo. Pensarnos en relación con el pasado implica rememorar para repensarnos. El presente no es sin el ayer. La vida de cada persona, como la de un país, es una trama en la que lo vivido tiene efectos en el presente. 

Una paciente que no recordaba que había sido abusada a los 5 años no podía disfrutar de su vida sexoemocional hasta que pudo dar con el recuerdo, traerlo del olvido y comenzar a sanar. El olvido es una trampa desde donde lo sufrido asoma sus garras en el presente. 

Cuántas veces hemos escuchado decir: ¿cómo es posible que este país, con tantos recursos naturales, con todos los climas, con tantos premios Nobel, con tanto cerebro, amor y pasión no salga a flote? A cuarenta años del inicio de la democracia, Argentina tiene que seguir haciendo terapia para iluminar sus zonas aún oscuras, para hacer consciente lo inconsciente, porque hay algo reprimido y olvidado que le impide alcanzar el bienestar merecido. Vamos por la memoria. No hay otra forma de sanar. 

*Psicólogo (UBA) y escritor.